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domingo, 22 de junio de 2025

ECOS DE LA SABANA nº 280: FLORIBERT BWANA, NUEVO MARTIR DEL CONGO

 


Domingo 22 de Junio 2025
Floribert Bwana Chui, mártir de Jesús en el Congo por su honestidad

El domingo pasado 15 de junio fue beatificado Floribert Bwana Chui, joven mártir congoleño asesinado en 2007, “a los veintiséis años porque, como cristiano, se oponía a la injusticia y defendía a los pequeños y a los pobres. ¡Que su testimonio dé valor y esperanza a los jóvenes de la República Democrática del Congo y de toda África!”, son las palabras que el papa pronunció en el ángelus de ese domingo a todos los que estaban presentes en Roma.

Normalmente las celebraciones de beatificación se suelen hacer en la ciudad en donde estas personas han vivido y fallecido. Esta vez no se ha podido hacer en la ciudad de Goma en la República Democrática del Congo en donde él vivió y fue asesinado, porque allí no hay las condiciones de seguridad y tranquilidad para celebrarla y por la gran inestabilidad que allí se vive desde hace varios años y que se ha intensificado en estos últimos meses a causa de la ocupación de la ciudad y de la región por tropas rebeldes. Por este motivo el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos, presidió esta beatificación en Roma en la basílica de San Pablo Extramuros. En la ceremonia participaron prelados congoleños, como el cardenal Fridolin Ambongo, arzobispo de Kinshasa. También monseñor Willy Ngumbi, obispo de Goma, diócesis de origen del beato. Y la comunidad congoleña en Roma. 

Mártir de la honestidad 

Fue el Papa Francisco, el pasado 25 de noviembre, quien reconoció el martirio de Floribert Bwana Chui “por odio a la fe”. Y sintetizó su vida como mártir de la honestidad y de la integridad moral. En efecto, el joven Floribert, era comisario de la Oficina Congoleña de Control (OCC), organismo nacional de control de aduanas y mercancías. 

Floribert era responsable de evaluar la conformidad de los productos que cruzaban la frontera oriental de la República Democrática del Congo. En 2007 y con tan solo 26 años fue asesinado por no aceptar la corrupción en la frontera con Ruanda, donde trabajaba de aduanero. Decidió no permitir la entrada a su país de alimentos procedentes de Ruanda, que no hubieran obtenido las autorizaciones necesarias para su comercialización y consumo. Según algunos testigos, “Floribert prefirió morir antes que dejar pasar alimentos que podrían haber envenenado a un gran número de personas”. 

En nombre de su fe cristiana

Floribert, pertenecía a la comunidad cristiana de San Egidio de Goma, fue secuestrado el 7 de julio de 2007. Dos días después su cuerpo sin vida se encontró frente a la Universidad de Goma.

En Goma, lo recuerdan como alguien que quería servir y para quien todas las vidas tenían valor. Estaba especialmente implicado con los niños de la calle, jóvenes, sin hogar, sin escuela y sin perspectivas. Su vida, marcada por el servicio a los más vulnerables y el sueño de un Congo unido, inspira hoy a jóvenes y líderes por igual. Gertrude Kamara Ntawiha, madre de Floribert, dijo que su hijo fue asesinado en nombre de su fe cristiana.

Un hombre de paz, unidad y fraternidad

Además de su trabajo con los niños, Floribert era un auténtico promotor de la paz. En cualquier espacio, dentro o fuera de la comunidad, buscaba la felicidad de quienes lo rodeaban. En una foto difundida por San Egidio, se lo ve en una comida de Navidad para los pobres, sentado entre niños. “Ahí no hay distinción entre los que sirven y los que son servidos. Eso era exactamente lo que él quería”, destaca Aline.

Manos limpias y el valor de hacer el bien

Floribert fue asesinado por rechazar un soborno. Se negó a dejar pasar una carga de arroz en mal estado que ponía en riesgo la salud pública. Por ese acto de integridad, fue secuestrado, torturado y asesinado con solo 26 años.

Durante su visita a la RDC en 2023, el Papa Francisco lo citó como ejemplo ante miles de jóvenes en Kinshasa: “Pudo haberse hecho el desentendido, nadie lo habría notado, y hasta habría ganado dinero. Pero como cristiano, oró, pensó en los demás y eligió la honestidad. Dijo ‘no’ a la corrupción… Si alguien te ofrece dinero o favores, ¡no caigas en la trampa!”.

Aline invita a los jóvenes congoleños y africanos a seguir ese ejemplo y escribir “una nueva historia”. Cree que hablar de Floribert ayuda a mostrar que es posible ser coherente entre la fe y la vida profesional, resistiendo a la tentación del dinero fácil y del egoísmo.

Un referente también para los líderes

Pero su ejemplo no es solo para los jóvenes. Aline sostiene que la vida de Floribert también interpela a quienes tienen poder. En su país, donde el tejido social se desmorona, especialmente en el este –región donde Floribert fue martirizado y donde aún hoy reinan la inestabilidad y la violencia–, su mensaje es más urgente que nunca.

Las ciudades de Goma y Bukavu están hoy bajo control del grupo armado AFC/M23, respaldado por la vecina Ruanda. La violencia ha dejado incontables víctimas. Aline hace una llamada a todos los congoleños para que trabajen por la unidad nacional, recordando las palabras de Floribert: “Sueño con un Congo donde todos estén sentados en la misma mesa”.

A los líderes de la región de los Grandes Lagos, les pide valentía para seguir su ejemplo: combatir el mal haciendo el bien, cesar las matanzas, dejar de derramar sangre y construir una paz duradera. “¡Basta de muertes, basta de vidas perdidas!”, clama. “No podemos permitirnos perder ni una sola vida más”.

Una África inclusiva

Floribert solía cantar el “Canto de resurrección por África”, himno de San Egidio. “¡Sí, Goma puede convertirse en un jardín de paz! ¡La RDC puede florecer! Cada uno puede plantar un árbol que dé sombra y frutos, incluso en medio del caos, la confusión o el suelo volcánico de Goma”.

Aline desea que la beatificación de Floribert sea un momento que una al pueblo congoleño, que los inspire a reflexionar sobre su realidad y les dé esperanza. “En la paz, todos ganan. La paz es como un trozo de pastel que se comparte”, termina diciendo Aline con convicción.

 

Señor, tú eres mi Dios; te ensalzaré y alabaré tu nombre… porque fuiste fortaleza para el débil, fortaleza para el pobre en su aflicción, refugio en la tempestad, sombra contra el calor” (Is 25,1.4)


domingo, 16 de febrero de 2025

EL VIDEO DEL PAPA FEBRERO 2025: POR LAS VOCACIONES AL SACERDOCIO Y A LA VIDA RELIGIOSA


 Cuando tenía 17 años, era estudiante y trabajaba, tenía mis proyectos. No pensaba para nada en ser sacerdote. Pero un día entré en la parroquia… ¡y allí estaba Dios, esperándome!

Dios sigue llamando a los jóvenes también hoy, en ocasiones de maneras que no imaginamos. A veces no lo escuchamos porque estamos muy ocupados con nuestras cosas, con nuestros proyectos, incluso con nuestras cosas de la Iglesia.

Pero el Espíritu Santo nos habla también a través de los sueños y nos habla a través de las inquietudes que los jóvenes sienten en su corazón. Si acompañamos su camino, veremos cómo Dios hace cosas nuevas con ellos. Y podremos acoger su llamada en modos que sirvan mejor a la Iglesia y al mundo de hoy.

¡Confiemos en los jóvenes! Y, sobre todo, ¡confiemos en Dios: porque Él llama a cada uno!
Oremos para que la comunidad eclesial acoja los deseos y las dudas de los jóvenes que sienten la llamada a vivir la misión de Jesús en la vida: sea la vida sacerdotal, sea la vida religiosa. Papa Francisco Febrero 2025








lunes, 16 de mayo de 2022

ECOS DE LA SABANA nº 167 , CARLOS DE FOUCAULD


Al día siguiente de la canonización de Carlos de Foucauld (Hermano Carlos de Jesús), ayer 15 de mayo de 2022, proclamado beato el 13 de noviembre de 2005 por el Papa Benedicto XVI, no podemos dejar de preguntarnos cómo y por qué este hombre se ha convertido en un santo tan atractivo y simpático en el universo de santidad cristiana de nuestro tiempo.

La vida del hermano Carlos de Foucauld fue relativamente breve, sólo 58 años, de los cuales veintiocho de vida mundana e incluso disoluta (1858-1886) y treinta años vividos al seguimiento de su "bien-amado hermano Jesús" (1886-1916), que terminó violentamente, asesinado por bandidos locales el 1 de diciembre de 1916.

Tras la conversión que culminó con el encuentro con el Abbé Huvelin el 28 de octubre de 1886 en el confesionario de la iglesia de San Agustín de París, emprende un singular camino espiritual que le conducirá a una forma de santidad y de vida consagrada sin precedentes.

Intentó varios caminos espirituales, desde la Trapa a la vida solitaria al servicio de un convento en Nazaret y Jerusalén, a la formación sacerdotal a la vida en el desierto norteafricano de Beni Abbés y Tamanrasset, siempre en la búsqueda de una vida que le permitiera revivir la vida humilde, pobre y escondida de Jesús en los años de Nazaret.

Enamorado de Jesús y del misterio de la encarnación, está convencido de que, una vez que uno ha conocido a Jesús, no puede hacer otra cosa si no es imitarlo. Por esta razón el hno. Carlos trata de encarnarse, a su vez, en el ser humano más sencillo y cotidiano, en el trabajo humilde y en la comunión de vida con los demás, llenando su jornada de escucha de la Palabra y de largas adoraciones ante el Santísimo Sacramento. Se acercó así a las personas más sencillas y pobres sin hacer distinciones de raza o religión, modelo de esa fraternidad universal que propuso el Papa Francisco en la encíclica sobre la fraternidad y la amistad social Fratelli Tutti: “Él quiso ser “el hermano universal”. Pero sólo identificándose con los últimos llegó a ser hermano de todos. Que Dios inspire en cada uno de nosotros este ideal» (n. 287).

La vida y muerte del hmno. Carlos se ha convertido en "un parámetro sobre el que medir una nueva manera de ser testigos de Cristo y de su Evangelio y una nueva manera de ser "mártires"" (Hermano Michael-Davide, Charles de Foucauld, San Paolo 2016, p. 151).

No es posible presentar aquí el recorrido humano y espiritual de Carlos de Foucauld quien, partiendo de una educación religiosa y burguesa y del rechazo de la misma en el momento de la adolescencia, pasando por la vida militar, vive una crisis existencial que lo lleva a redescubrir sus raíces cristianas. De allí nació la vida ascética y mística del hmno. Carlos di Jesú, un monje atípico que vive en el desierto, entre no cristianos, siguiendo un proyecto de vida que aún fascina a quienes lo conocen.

Aquí podemos mostrar sólo algunos de los aspectos más significativos de su espiritualidad en los que también nosotros podemos inspirarnos para vivir la palabra de Jesús: "Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestra vida". (Mt 11,29), tres actitudes muy actuales en este momento de la historia del mundo y de la Iglesia, en particular de la misión ad gentes.

UN HOMBRE ENAMORADO DE JESÚS Y DEL EVANGELIO

A partir del 28 de octubre de 1886, Carlos de Foucauld se siente como Pablo (Flp 3,12) cautivado por Jesús y comprende que ya no puede hacer otra cosa que vivir para Dios. Su vida se convierte entonces en una continua adoración de su Misterio.

Enamorado de Dios y, en concreto, de Jesús, el Dios que se hizo hombre, Carlos se dedicará con todo su ser al conocimiento y a la imitación de su "bien-amado Hermano y Señor Jesús".

Pasa largas horas en adoración delante del Santísimo Sacramento, lee el Evangelio, lo medita, lo transcribe y, sobre todo, se esfuerza por vivirlo. Desea crecer en el conocimiento de Jesús para amarlo, imitarlo, obedecerlo, dejándose encontrar y tocar por Jesús en la certeza de poder ver y tocar en él la "Palabra de vida" (1 Jn 1,1). De hecho, escribió a su amigo Gabriel Tourdes: "Aquí está el secreto de mi vida: perdí el corazón por este Jesús de Nazaret crucificado hace 1900 años y me paso la vida tratando de imitarlo tanto como mi debilidad puede" ( 7 de marzo de 1902).

El estilo de vida, de oración y de adoración, es una elección personal del hmno. Carlos, que sin embargo no le impide -al contrario- lo lleva a penetrar profundamente en el corazón, la cultura y la historia del pueblo entre el cual, como la Palabra de Dios, ha puesto su morada (cf. Jn 1,14). . . No sólo por un interés etnográfico, sino para poder conocer la riqueza de los dones de Dios derramados como preparación evangélica.

La adoración del misterio de Jesús y el amor al pueblo se convierten en el contenido de su oración y contemplación.

Leer hoy sus meditaciones sobre el Evangelio, fruto de largas horas de oración y adoración ante el Santísimo Sacramento en el silencio de la ermita, es una experiencia fascinante y entrañable. Son palabras sencillas pero profundas que invitan a rehacer un camino personal de acercamiento a la Sagrada Escritura para hacer de la Palabra de Dios el alimento de la propia vida espiritual y el criterio de las opciones de vida y misión de todo discípulo hoy. ¿No invita el Papa Francisco a nuestra Iglesia a volver al Evangelio?

COMO EN NAZARET: ENCONTRAR A DIOS EN LA VIDA OCULTA Y COTIDIANA.

Un segundo rasgo característico del hmno. Carlos de Jesús es  vivir la vida de Nazaret. Elige vivir en el desierto entre los pobres al servicio de una pequeña tribu nómada: los tuareg. Lo hace para parecerse a Jesús que vivió los primeros treinta años de su vida en el oscuro pueblo de Nazaret, trabajando como carpintero para ganarse el pan de cada día.

La vida del hmno. Carlos, como la de Jesús, normal en su cotidianidad, está hecha de cosas sencillas, de acogida de los que encuentra, de trabajo hecho con esmero y precisión, de relaciones fraternas con los vecinos en la escucha, en la ayuda y en el compartir la vida. Una vida pobre, sencilla, corriente, que no le aleja de la de sus tuareg.

Pero fr. Carlos está convencido de que esta, como la vivida por Jesús en sus treinta años en Nazaret, es una vida que, vivida ante Dios, tiene un valor salvador como los tres años de vida pública.

Esta intuición suya también nos ayuda a nosotros, cristianos de hoy, a redescubrir el valor oculto entre los pliegues de la vida cotidiana y las relaciones normales de la vida cotidiana, a pesar de que con demasiada frecuencia consideramos válida sólo aquella vida hecha de actividad y presencia visible encaminada a la eficiencia inmediata.

Fr. Carlo sabe, sin embargo, que es, precisamente, en los gestos simples y ordinarios de la vida cotidiana donde puede germinar el amor, la atención, el sentido profundo que Jesús introdujo en ella al vivir treinta años como cualquier otro hombre.

Todo gesto vivido en la presencia de Dios se convierte, para el hmno. Carlos, en un gesto de amor y de encuentro con Dios, por lo tanto lleno de eternidad! De hecho, escribe al Abbé Huvelin, su padre espiritual: "Esta pequeña vida de Nazaret que vine a buscar... una vida de trabajo y de oración... [es la que] vivió nuestro Señor" (22 de septiembre de 1893).

En consecuencia, el estilo de vida del Hmno. Carlos quiere ser el de la bondad, la cercanía, la proximidad con el otro. Se propone imitar a Jesús y, como él, quiere dar testimonio del rostro del  Dios bueno: "Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad", escribe a su prima María el 12 de mayo de 1902.

También nuestra vida, cómo y dondequiera que se desarrolle, puede perseguir este fin: buscar que cada acontecimiento y cada encuentro revele un ápice de la belleza del amor de Dios que se manifestó en Jesús: sólo ésta, en efecto, es "la belleza que salvará el mundo” (F. Dostoievskij en El idiota).

SER UN "HERMANO UNIVERSAL"

La elección del hmno. Carlos de vivir con los tuareg para ofrecerles su amistad de forma gratuita siguiendo el ejemplo de Jesús, que amaba a todos y se acercaba a todos, especialmente a los que necesitaban de su presencia, ensanchaba su corazón para que declarase con alegría que sentía y amaba querer ser un "hermano universal". A su prima Marie de Bondy le escribió: “Quiero acostumbrar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes, judíos y no creyentes a que me miren como su hermano, el hermano universal… Empiezan a llamar a mi hogar “fraternidad”. (el Khaoua, en árabe), y esto me agrada” (7 de enero de 1902).

El primer paso para ser hermano de todos, para Carlos, fue encarnarse profundamente (en la medida de lo posible...) en el mundo cultural de sus hermanos, para compartir el estilo de vida de ellos, sus expectativas y sus sufrimientos.

En el tiempo que pasó en Argelia durante su servicio militar, tuvo la oportunidad de observar y estudiar la cultura de los pueblos bereberes hasta adquirir una verdadera competencia en este campo. Esto le dio la oportunidad y las herramientas para acercarse inteligentemente a la cultura de las poblaciones entre las que vivía, en una época en la que no se daba mucha importancia a las culturas no occidentales, ¡pensando que sólo Europa podía presumir de cultura!

A partir de la caridad de Cristo, suscitada diariamente en la adoración y en la lectura orante del Evangelio, el hmno. Carlos de Jesús sintió crecer en él el deseo de dedicarse cada vez más a Dios y a sus hermanos.

En la adoración, la presencia de Dios se hace real, y en ese momento de oración íntima, él lleva a la presencia de Dios a todos los que encontraba cada día y a tantas personas con las que mantiene correspondencia. No sólo trabaja para parecerse a Jesús y ganarse el pan, sino que abre su casa para acoger a las cada vez más numerosas personas que se presentan en el umbral de su casa, desde los tuareg, todos estrictamente musulmanes, hasta los soldados franceses presentes en la colonia, a los turistas que ya en ese momento viajaban por el desierto. Ofrece a todos una palabra y, si se le solicita, ayuda.

Es extraordinario el número de cartas que escribió en esos pocos años desde su ermita, todas llenas de su fe. En efecto, ofrece a todos la presencia de Dios que ha descubierto en la oración y en la meditación del Evangelio: un Dios bueno, que no juzga ni condena, que no quiere ganar a nadie para la fe, que empuja hacia la promoción y el bien del otro, un Dios que se hace hermano y nos pide que hagamos lo mismo.

«Es imposible amar a Dios, querer amar a Dios sin amar, querer amar a los hombres: cuanto más se ama a Dios, más se ama a los hombres. El amor de Dios, el amor de los hombres es toda mi vida, será toda mi vida, así lo espero”, escribió a su amigo Henry Duveyrier, el 24 de abril de 1890.

El hmno. Carlos se compromete con rigor y entrega en la ayuda material y espiritual de cuantos encuentra: acoge, escucha, conversa, ofrece alimentos y medicinas... se hace amigo y hermano de todos, porque quiere ser hermano de todos, en imitación de su (y nuestro) Señor y Hermano, Jesús de Nazaret… hasta el día en que, para que su fidelidad permanezca en medio de sus hermanos musulmanes, alcance la entrega de sí mismo en el sacrificio de la vida, el 1 de diciembre de 1916.

Su modo de ser cristiano en medio de los que no lo son y no pretenden serlo se ha convertido en un nuevo paradigma de la misión ad gentes, para este tiempo marcado por la cultura de la sospecha y de la desconfianza, tratando de liberarla de la incrustaciones coloniales que la han desfigurado y alejado a las generaciones actuales.

Padre, me pongo en tus manos, 
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,  con tal de que tu voluntad
se cumpla en mí y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor  de que soy capaz.
Porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.


viernes, 18 de febrero de 2022

viernes, 29 de octubre de 2021

ECOS DE LA SABANA Nº 142


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 Jueves 28 Octubre 2021
CUENTA LO QUE HAS VISTO Y OIDO: Testimonio de la hermana Ana Gutiérrez desde el Congo

Estamos ya en los últimos días de este mes de Octubre, mes de la misión, que nos ha invitado a “CONTAR LO QUE HEMOS VISTO Y OIDO”, y quiero compartir con vosotros este testimonio lleno de vida, de experiencias concretas, de esperanza y de ilusión que he recibido de la amiga misionera Ana Gutiérrez, religiosa esclava del sagrado corazón de Jesús, misionera y médico que después de más de 12 años de trabajo en Camerún desde hace un año se encuentra en la RDC, República Democrática del Congo. Allí acompaña a jóvenes congolesas que quieren consagrar su vida a la misión y sigue ejerciendo su pasión que es también su ministerio de médico. Vive en un barrio periférico de Kinshasa, la capital de este inmenso país casi 5 veces mayor que España, y es desde allí que nos escribe contándonos LO QUE HA VISTO Y OIDO. Le dejo la palabra a ella para que veamos y oigamos con sus ojos y con sus oídos.

“Qué bonito es este lema propuesto para la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones.
Voy a intentar contaros algo de lo que yo he visto y oído en estos 13 años de experiencia misionera en África como Esclava de Sagrado Corazón de Jesús.

HE VISTO Y OÍDO la presencia sobreabundante de Dios en mi vida y en la de los demás. Un Dios que me habita, que me crea y me recrea cada día. Un Dios que me consuela para poder consolar a otros, un Dios que es alegría, paz, gozo, refugio y fortaleza.

HE VISTO, OÍDO Y VIVIDO una fraternidad universal, he vivido y trabajado mano a mano, en momentos críticos a veces, con gente de distintas razas, edades, naciones, culturas, etcétera y eso no ha sido impedimento, al contrario, cada una aporta desde lo que es y eso crea riqueza, diversidad, amplitud, creatividad que hace avanzar las cosas.

HE VISTO, OÍDO Y TOCADO mucho sufrimiento, enfermedad, muerte, en algunos casos exceso de mal, pero unido a eso he visto exceso de vida, he visto luchar cada día para buscar algo que comer o pagar unas medicinas.

HE VISTO Y OÍDO mucha vida que nace, vidas humanas y vida espiritual, oportunidades nuevas, experiencias nuevas. Dios nos provoca siempre novedad, si le dejamos y nos abrimos a su gracia.

HE VISTO Y OÍDO gente maravillosa religiosos y religiosas, laicos y laicas, sacerdotes, personas creyentes y no creyentes que dan su vida cada día de manera callada sin hacer ruido pero que realizan obras maravillosas. Personas que luchan por un mundo nuevo que dan su tiempo, dinero, valores y su vida entera a favor de los que más sufren. Hombres y mujeres que entregan su vida, su cuerpo hasta el extremo, diezmados muchas veces por enfermedades tropicales que quitan vida, pero ahí siguen dándose y entregando cada día su cuerpo y su sangre.

HE VISTO Y OÍDO las semillas del Verbo expandidas en el mundo, en distintas confesiones religiosas, distintas creencias, pero todas habitadas por una sed de lo divino y por un deseo de ser mejores y construir un mundo mejor.

HE VISTO Y OÍDO a muchos profesionales de la salud que luchan cada día por salvar vidas, luchando contra tanta mortalidad materna e infantil, luchando contra la estigmatización provocada por ciertas enfermedades como el SIDA, el cáncer, la esterilidad, luchando contra las acusaciones de brujería, luchando contra la violencia contra la Mujer y contra los niños, sobre todo la violencia sexual.
HE VISTO Y OÍDO crecer a mucha gente a nivel profesional, contentos de aprender, he visto cómo han ido cambiando ciertas prácticas por el bien de los enfermos y de los alumnos; eso es educación evangelizadora.

HE VISTO Y OÍDO verdaderas estructuras de gracia: colegios, hospitales, centros sociales, centros de desarrollo en medio de lugares de extrema pobreza qué son verdaderos lugares de gracia, incluidos los de nuestra Congregación, a los que seguro que Santa Rafaela María le gustaría llamar “Casas de Reparación”
HE VISTO nuestro carisma extenderse en distintos países, echando raíces en tierras africanas viviendo intensamente la Reparación, la Educación Evangelizadora, la Adoración apostólica.
HE VISTO una Iglesia local que busca su propia identidad, que busca hacerse presente en las familias concretas, qué lleva la celebración eucarística a las casas y personas concretas intentando poner a Cristo en el centro de la vida de cada persona.

Siento que es una gracia todo lo que HE PODIDO VER Y ESCUCHAR en mi vida. Hay muchas imágenes que se quedan grabadas en la memoria. Los misioneros lo más fuerte que vivimos no lo contamos, pero se queda grabado en nuestro cerebro y en nuestro corazón como experiencias de gracia, aunque sea un misterio pascual. Os invito a que cada uno de vosotros sea capaz de preguntarse hoy :

¿Qué he visto y oído en mi vida que me habla de Dios? ¿Qué me habla del Reino? ¿Qué experiencias me hablan de la presencia amorosa de Dios en mi vida y en la de los demás?

Ana Gutiérrez Martínez,

 

domingo, 14 de marzo de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 124


 PINCHA ARRIBA PARA VER EN 2 MINUTOS LO QUE ANA GUTIERREZ, RELIGIOSA Y MEDICA, NOS CUENTA SOBRE LO QUE MAS LE HA IMPACTADO DE SU PRESENCIA EN LA REPUBLICA DEMOCRATICA DEL CONGO, DESPUES DE HABER VIVIDO MUCHOS AÑOS EN CAMERUN. 
Y PINCHA ABAJO PARA VER ALGUNAS FOTOS DE SU TRABAJO.


ECOS DE LA SABANA nº 123


 Sábado 13 Marzo 2021
La misión es nuestro hilo conductor.

En ocasión del centenario de la Carta Testamento que nos dejó nuestro fundador san Guido María Conforti, deseo escribir una sencilla reflexión sobre uno de los textos más significativos que han pasado por mi vida y que por suerte sigue estando muy presente en mi pensamiento y sobretodo en mi corazón. 

Desde que descubrí la Carta Testamento en mis primeros años en el periodo formativo de la vida javeriana no puedo que dar las gracias por tal descubrimiento. Para mí ha sido como descubrir un tesoro, ese tesoro escondido del que habla el evangelio, en el centro de la espiritualidad de nuestro Fundador Guido María Conforti y de nuestra espiritualidad como familia javeriana. 

 La Carta Testamento resume con gran singularidad la riqueza de la espiritualidad de nuestro amado Fundador. En ella se encuentra la grandeza de nuestra vocación misionera, a la que somos llamados, en la que se incluyen las cinco constantes de la espiritualidad misionera javeriana. Y por eso es un texto al que se vuelve constantemente para recordarnos las fuentes de nuestra espiritualidad que no son otras que las fuentes de nuestro querido Santo Guido, un proyecto ilusionante vivido como una vocación enriquecedora: “Trabajemos con entusiasmo siempre creciente por el anuncio del Evangelio, entre los no creyentes, aportando con ello nuestro grano de arena para que se cumpla la voluntad de Cristo, deseando la formación de una sola familia Cristiana que abarque la humanidad entera” (CT n. 1).

 En mi vocación y en mi servicio como misionero la Carta Testamento ha sido una luz que ha alumbrado los momentos de dificultad para que la llama del deseo de anunciar a Jesús estuviera siempre viva y ardiente como lo fue en la vida de nuestro fundador y de nuestro Santo Patrón San Francisco Javier. Como dijo Guido en uno de los discursos de partida de sus misioneros: “El misionero parte hacia aquellos que él todavía no conoce, pero que ya ama.” En la carta testamento se puede leer entre líneas el significado de la misión como esencia en sí misma. Al lugar donde hemos sido enviados no solo servimos a la misión, sino que nos sentimos misioneros que creo que es el sentir de Guido M Conforti y de la Carta Testamento. La misión es mucho más grande de aquello que podamos desarrollar y realizar. Dios está presente antes de que nosotros lleguemos. 

 En mi experiencia como misionero me siento participe de la acción del Espíritu mediante mi testimonio personal y de comunidad que fue aquello que nos dejó nuestro Fundador a través de la carta testamento. En ella se puede gustar la presencia del Espíritu en el pensamiento y el obrar, pero sobre todo especialmente en la vida y el testimonio de Guido M Conforti. Guido transformó la escucha y la experiencia del Cristo crucificado en una docilidad interior para ver, buscar y conocer más de cerca a Jesús. Para Conforti el centro de su vida es Jesús y el encuentro con el Crucifijo y con los crucificados. Y así ha sido también para mí. El servicio en la misión te hace sentirte cercano a los sufrimientos de las personas con las que se comparte la vida. En el que ningún sufrimiento me sea indiferente. 

 

En la Carta Testamento se presenta la imagen del Cristo Crucificado que muere para todos. Es la experiencia personal de Guido. Y es también mi propia experiencia personal. Un Cristo redentor, que abre los brazos para acoger a todos los pueblos y etnias, un Cristo que nos anima, nos reconforta, nos acompaña, nos guía, y sobretodo nos ama. El dialogo personal con Jesús da sentido, fuerza, urgencia al deseo profundo de entregarse para que todos le conozcan y le amen. El deseo de ser copia fiel de Jesús y su más humilde servidor: “En cualquier situación tenemos a Cristo ante los ojos de nuestra mente y Él nos acompañará en la oración y en el estudio, en las varias ocupaciones del trabajo misionero y en el contacto frecuente con el prójimo, en los momentos de desaliento, de dolor y de tentación. Y en todo, tomaremos de Él inspiración a fin de que nuestras acciones sean la manifestación de la vida de Cristo presente en nosotros” (CT n. 7).

 La Carta Testamento comprende el principio, el motor y el fin de toda la vivencia de Guido M Conforti. Todo tiende, está orientado, lleva como fin y tiene la finalidad de la misión. La misión es el hilo conductor que unifica el proyecto javeriano. Y la misión no la hacemos solos. Cristo nos envía su Espíritu para fortalecernos en los momentos de debilidad y para que no nos echemos atrás y afrontemos los retos que lleva consigo nuestra vida misionera. Pero no podemos olvidar la importancia de la comunidad. Los javerianos trabajamos y vivimos en comunidad. Nuestra forma de ser javerianos es en comunidad. La comunidad a la que llamamos familia me orienta a vivir la fe con espíritu misionero y a ser una persona más evangélica. Es esa fe la que me mueve al amor a Dios y a los hermanos, experimentando la fraternidad. Es ese espíritu de familia, la dimensión familiar, la que se percibe en la carta testamento: “Todo debe ser generosamente sacrificado en nombre de la Concordia fraternal, que hace agradable la convivencia, consolida y hace prosperar las comunidades” (CT n. 9).

 Y es ese espíritu de fraternidad, de familia, el que he vivido en las diferentes comunidades a las que he sido enviado a lo largo de mi vida. Y ese mismo espíritu de familia el que es sentido por las personas que nos conocen, por nuestros bienhechores, por nuestros amigos.

En la carta testamento también se respira la vida consagrada, la fuerza de los votos en toda su intensidad. Cada vez estoy más agradecido a Conforti porque quiso que la familia javeriana fuese una congregación religiosa. Y es ahora en este tiempo en el que vivimos cuando cobra más fuerza aún el valor de los votos religiosos: “Los votos religiosos son vínculos sagrados que fundan más radicalmente nuestra vida en el servicio al Plan de Dios. Los votos son una continua aspiración a cosas cada día mejores” (CT n. 2).

 La experiencia religiosa de familia que aparece en la Carta Testamento me ha promovido a ser una persona más humana, más misericordiosa, más empática con las personas que me rodean. Una persona capaz de mirar más adentro utilizando los ojos del corazón en mi servicio misionero pastoral y formativo siguiendo el ejemplo de nuestro padre Fundador. Guido poseía una rica humanidad. Una humanidad que ayudaba a que los hermanos desarrollasen sus valores y sus caracteres. Una humanidad que testimoniaba que Dios es real, que Dios vive, que Dios es felicidad, que Dios es amor. Una humanidad que resaltaba que el rostro humano del javeriano en familia reflejase relaciones transparentes, sinceras, humanas y acogedoras entre los hermanos.

 Todo esto y mucho más es la Carta Testamento que ha dado sabor a mi vida como javeriano y misionero. Que podamos disfrutar del centenario de esta magnífica carta releyéndola, meditándola y orándola con la mirada fija en el amor de Cristo Crucificado.

P. Rafael Bardón Sedano sx

 Y aquí os dejo algunas frases que nos pueden ayudar:

 “Los hombres son hermanos por religión o iguales por creación” Ayatolá Al Sistani.

“Un sacerdote se hace sacerdote para servir, al servicio del pueblo de Dios, no para hacer carrera, no por dinero... El contacto con la gente nos salva, nos ayuda, damos la Eucaristía, la predicación, nuestra función. Pero ellos nos dan la pertenencia. No olvidemos esta pertenencia al pueblo de Dios.

En Mosul me detuve frente a la iglesia destruida, no tenía palabras. Increíble, increíble... No sólo esa iglesia sino también otras iglesias, incluso una mezquita destruida… Una pregunta que me vino a la mente en la iglesia fue la siguiente: ¿pero quién vende las armas a estos destructores? ¿Por qué no fabrican ellos mismos las armas en casa? Sí, se fabricarán algunos artefactos... ¿Pero quién vende las armas? ¿Quién es el responsable? Al menos pediría a los que venden las armas la sinceridad de decir: nosotros vendemos las armas. No dicen eso” Papa Francisco en el avión de regreso de Irak.

 

“Y os digo que la vida es realmente oscuridad, salvo allí donde hay entusiasmo.

Y todo entusiasmo es ciego, salvo donde hay saber.

Y todo saber es vano, salvo donde hay trabajo.

Y todo trabajo es vacío, salvo donde hay amor.

¿Y qué es trabajar con amor? Es poner, en todo lo que hagáis, un soplo de vuestro espíritu”.

Khalil Gibran

sábado, 20 de febrero de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 121

PINCHANDO AQUI ARRIBA PODREIS VER EL VIDEO EN EL QUE FRANÇOIS, UN JAVERIANO CHADIANO, NOS HABLA DEL ORIGEN DE SU VOCACION Y DE SU PRESENCIA EN MARRUECOS.

Y PINCHANDO EN LOS DE ABAJO PODREIS VER EL PORQUE DE ESTA NUEVA COMUNIDAD JAVERIANA EN MARRUECOS Y DE SU TAREA ALLI.

 

viernes, 29 de enero de 2021

FOTOS Y VIDEOS DE ECOS nº 118

 


PINCHA EN LA FOTO DE ARRIBA PARA VER EL ALBUM DE FOTOS
Y EN LA DE ABAJO PARA VER LOS 2 VIDEOS DE CHAD


ECOS DE LA SABANA nº 118

Sábado 30 Enero 2021

Ser como el sembrador y el samaritano.

Nací el 23 de diciembre de 1981 en la Isla de la Palma (Canarias). Desde pequeño, me educaron en la fe cristiana y con once años quise entrar en el seminario. Mis padres no estaban de acuerdo, pero al final respetaron mi decisión. Es a partir de ese momento que pude experimentar cómo la vocación crece en el silencio, en el trabajo… y gracias al buen hacer de quienes se encargan de nuestra formación. Los momentos de duda y crisis, especialmente cuando tenía dieciséis años, fueron también una ocasión para madurar y dar una respuesta más convencida a la llamada de Dios.

Cuando tenía diecinueve años empecé a plantearme la idea de ir de misiones. Dos eran las motivaciones de fondo: sentía un interés particular por dedicar mi vida al servicio de los más necesitados en África y quería vivir en comunidad (la idea de vivir solo no me gustaba). Durante este periodo de discernimiento conocí a los Misioneros Javerianos y en el 2003 dejé el seminario diocesano para continuar mi formación con ellos, primero en Madrid y después en Italia.

Abrazar la familia javeriana me permitió llegar con veinticinco años a Camerún. Allí permanecí nueve meses para hacer el periodo de introducción a la misión y aprender francés. Luego me destinaron al Chad, donde he hecho un primer periodo de ocho años. Después he estado en Roma, durante tres años, para hacer estudios islámicos y árabe. Y en octubre del año pasado he vuelto al Chad para formar parte de la nueva comunidad que los javerianos han abierto en el norte del país, en una zona que tiene más del 95% de musulmanes.

Nuestra misión en este país se basa en el anuncio de la Palabra de Dios, el seguimiento de las comunidades de base (CEB), las actividades sociales (escuelas, internados, centros culturales, bibliotecas, construcción de pozos…), el diálogo interreligioso… El misionero no es un héroe, es un hombre como cualquier otro. Intentamos responder a Dios y trabajar por los más necesitados lo mejor que podemos. Ello no quita que experimentemos momentos de dificultad y de frustración. En medio de las dificultades del camino, es la fe la que nos mantiene en la brecha. Es Dios el que nos sustenta con su Palabra y su amor para seguir siendo instrumentos en sus manos.

En África hay todavía mucha gente que no ha tenido nunca la ocasión de escuchar la Palabra de Dios. Aquí en donde vivimos, la cuestión de si Dios existe no se plantea, es obvia para todo el mundo. A nosotros nos toca ser como el sembrador de la parábola. ¡La gente tiene mucha sed de Dios! Nos toca también ser como el samaritano que atiende el más débil, que toca el sufrimiento del prójimo con sus propias manos. Es verdad que es más fácil hacer como el sacerdote y el levita, cerrar los ojos al sufrimiento del mundo. Pero en el fondo, siempre se experimenta que hay más felicidad en dar que en recibir.

Yo tengo un particular interés por el diálogo con los hermanos de religión musulmana. La Iglesia habla de cuatro tipos de diálogo: de vida, de las obras, espiritual y teológico. A mí me gusta recordar que no dialogamos con una religión, sino con creyentes de otra religión. Todo empieza con las relaciones cotidianas.

Desde que logramos tener un amigo musulmán, muchos prejuicios desaparecen y empezamos a ver la otra religión de otra manera. Todo esto no quiere decir que no haya dificultades. Pero a ejemplo de Jesucristo, que no tuvo miedo de acercarse al que era diferente (la samaritana, el leproso, el centurión romano…), también nosotros estamos invitados a tender la mano al hermano que es diferente. Samuel Huntington hablaba del choque de civilizaciones en nuestro mundo de hoy. A mí no me gusta la expresión. La ignorancia y el miedo están en la raíz de muchos de nuestros malentendidos e incomprensiones. En cierta medida, podemos hablar del choque de ignorancias. Como cristianos tenemos dos tareas muy importantes: crear puentes que nos unan y destruir los muros que nos dividen.

Para terminar, quisiera invitar a los jóvenes a tener un corazón abierto a los más necesitados. Se habla muy poco de África. Y ahora que estamos sumidos en la crisis del COVID19 podemos tener la tentación de centrarnos en nuestros problemas internos olvidando el resto del mundo. El deseo de nuestro fundador san Guido María Conforti era hacer del mundo una sola familia. Si queréis compartir con los javerianos este carisma, no creáis que la misión es cosa solamente de misioneros. Es la tarea de todos los cristianos preocuparnos del que sufre, del que no cree, del que es maltratado… Todos podemos trabajar por un mundo más justo. Y vosotros jóvenes, estáis llamados en medio del mundo a ser actores y no espectadores.   Jesús Calero sx

domingo, 4 de octubre de 2020

ECOS DE LA SABANA Nº 109

 

        MUCHOS AQUÍ ESTOY SEÑOR, ENVÍAME” EN MIS 25 AÑOS DE PRESENCIA 

            EN AFRICA QUE SON TAMBIEN 25 AÑOS DE ORDENACION. 

Son muchas las veces que he dicho en mi vida “aquí estoy Señor, envíame”. Quizás una de las más significativas y que recordaré siempre fue el 1ero de septiembre 1989, fecha de mi 1ª salida misionera y de mi 1ª llegada a Yaundé, capital de Camerún, para hacer los estudios de teología. De siempre había sentido un deseo grande de ir a África y aunque entonces no era obligatorio, yo pedí a mis superiores el poder proseguir mis estudios en Camerún en vez de hacerlos en Madrid. Cuantos son los recuerdos de esos años en los cuales he aprendido a mirar este continente con otros ojos y con una mirada libre de tantos prejuicios que uno lleva consigo mismo y que le impiden ver la realidad tal y como ella es. Mirando atrás me doy cuenta que fue un periodo para aprender, descubrir, apreciar y meterme de lleno en esta nueva realidad que me rodeaba. Formábamos una pequeña comunidad de 10 personas provenientes de 3 continentes y de 4 países distintos.

La 1ª impresión que tuve y que me sigue acompañando hasta hoy en día es la de descubrir que no es fácil el ser diferente. Tú eres el blanco en medio de todos los negros y a cualquier sitio a dónde vas no pasas desapercibido aunque lo intentes. Es sin duda lo mismo que sienten en su piel los millones de inmigrantes que llegan a nuestro país y que son distintos de nosotros. Mirando desde aquí creo que eso me ayudó a relativizar lo mío o lo nuestro, que siempre nos parece lo mejor, a descentrarme y a saber apreciar y valorizar las culturas, costumbres, idiomas que aquí encontré. Al mismo tiempo que me ayudó a vivir, desde el tiempo de mi formación, la pasión por la misión. Al terminar estos 4 años de formación y estudio, que se pasaron rápido, viendo que yo era joven y comprendiendo que en la mayoría de las culturas africanas un joven no es muy considerado en la sociedad ni puede tomar la palabra ante los mayores, pedí a mis superiores el poder hacer una experiencia en misión como diácono antes de ser ordenado sacerdote para crecer y madurar un poco más. Es así como mis superiores decidieron enviarme a Gunu-Gaya en Chad. Hay que decir que al comienzo la cosa no fue fácil: vivir en uno de los países más pobres del mundo, con una cultura totalmente distinta a la nuestra y con un idioma muy difícil de aprender, el musey. Curiosamente es como si uno se volviera un niño que no sabe ni puede decir nada, solo sonreír y poco más. Poco a poco, con el pasar de los meses, se produce el milagro de comenzar a comprender y de lograr comunicar con los otros en su idioma, y como os imaginareis son momentos de gran alegría y satisfacción personal. Os aseguro que sin ese esfuerzo de aprender el idioma local difícilmente uno logra integrarse y luego trabajar. Estoy convencido que el idioma es el que nos abre las puertas para comprender y lograr entrar en esa nueva cultura.

¡Cuántas han sido las cosas que he aprendido y que he recibido en esos años! Una de las más importantes fue la de descubrir y aprender a amar la Palabra de Dios. Los misioneros que me precedieron habían instaurado un método de catequesis llamado “método oral de la transmisión de la Palabra de Dios” que valorizaba la cultura local. Una cultura en donde no existían los libros ni los escritos y todo se transmitía oralmente. Es por eso que la Palabra de Dios también se contaba cómo se cuentan los cuentos, las historias y las tradiciones bajo el resplandor de la luna. Así también ésta se aprendía de memoria. Cuantas horas he pasado sentado bajo los árboles escuchando, repitiendo y aprendiendo, casi sin darme cuenta, el evangelio en musey. Es cierto, que tuve la gran suerte de estar acompañado, guiado y acompañado por un compañero javeriano, que fue mi maestro de iniciación. Con él comenzamos la aventura de ir a los pueblos y de permanecer allí de miércoles a domingo. No solo para hacer las reuniones y encuentros de formación sino para pasar el tiempo con ellos, para permanecer en medio de ellos, poder ir a sus casas, visitarlos y en cierto modo, echar raíces en medio de ellos.

El 25 de agosto 1995 es otra fecha inolvidable, en la que de nuevo dije: “aquí estoy Señor, envíame”. Esta fue fecha en la que fui ordenado sacerdote en mi pueblo por la imposición de manos de Mgr José María Conget, un gran navarro con un gran espíritu misionero, obispo de Jaca. Puedo decir que todo mi pueblo, Milagro, se volcó para que todo se pasara bien, y me sentí con una inmensa alegría rodeado por mi familia, compañeros de comunidad, amigos y vecinos. Fue el momento de volver a decir si al Señor, a la vida misionera y al espíritu de servicio. Esta fecha fue una fecha esperada y deseada por toda mi familia pues al día siguiente, mientras celebraba mi 1ª misa tuve la suerte y la gracia de bendecir los matrimonios de mi hermano Carlos con Isabel su mujer, y de mi hermana Feli con José Félix su marido. Os podéis imaginar la alegría desbordante de toda la familia y de cada uno de nosotros.

Unas semanas más tarde regresé de nuevo a Chad para continuar con mi misión. En las primeras misas que celebré en las parroquias de Berem, Kumu y Pont Carol, en donde trabajaba, los cristianos me ofrecieron una “kawira”, una azada, diciendo: “aquí tienes esta azada que el Señor te ha dado a través del sacerdocio, ya puedes trabajar con fuerza para que el campo del Señor produzca frutos”. Cuantas han sido las reuniones hechas, las amistades creadas, los gestos de atención y de amor recibidos… claro está que no todo fue fácil, el adaptarme a comer el sorgo en cada comida, el soportar las malarias frecuentes, las incomodidades… pero curiosamente uno conserva los buenos recuerdos y son estos los que nos acompañan en nuestro caminar.

En 2003 mis superiores me pidieron regresar a España para un servicio de animación misionera de la iglesia española. Como os imaginareis no fue fácil dejar Chad y lo que allí hacía, pero era un modo de seguir poniendo mi vida en manos del Señor, seguir haciéndole confianza y decir de nuevo “aquí estoy Señor, envíame”. Fui destinado a nuestra comunidad de Murcia y os aseguro que desde el 1er momento me encontré muy a gusto. Fueron 6 años de gracia y de una experiencia muy bonita, de muchísimas personas encontradas y de muchas amistades hechas. Estaba a gusto pero, buscando el ser consecuente con mi opción misionera, pedí a los superiores el poder regresar a África y es así como me destinaron de nuevo. Pero a partir de ahí, como compromiso de hacer partícipes a tantas personas conocidas de mi misión comencé un blog en el que escribía experiencias y vivencias vividas llamado https://ecosdelasabana.blogspot.com en el que sigo escribiendo cosas hasta ahora.

Es así como a mitad de septiembre del 2009 llegaba de nuevo a Chad, de nuevo a Gunu Gaya, pero esta vez para trabajar en otras parroquias distintas; Gaya y Domo. Cuantos kilómetros en bicicleta y no precisamente mountain bike, por caminos de arena y durante algunos meses inundados con el agua hasta las rodillas; a veces sobre la piragua para poder visitar unas comunidades que estaban al otro lado del lago. Después de 3 años y medio, cuando comenzaba a conocer la realidad y a la gente, mis superiores me pidieron volver à Yaundé.  Os aseguro que esta vez me costó mucho aceptar la propuesta y decir “aquí estoy Señor, envíame”. Fue a causa de la insistencia que acepté pero no fue fácil dejar el Chad para ir a Yaundé. Dejar la sabana del Chad para ir al bosque ecuatorial del sur de Camerún; dejar el trabajo en los pueblos para ir a una parroquia de ciudad y dar una mano en la formación de los jóvenes misioneros. Un gran desafío a afrontar. Fue a primeros de enero 2013 que llegué a Yaundé, ciudad que había dejado casi 20 años atrás. Puedo decir que he intentado hacerlo lo mejor posible, claro está con mis cualidades y con mis límites, implicándome totalmente y poniéndome al servicio de esta nueva tarea que me habían confiado; la de acompañar a jóvenes javerianos en su camino de formación. Puedo decir que ha sido una bendición el hecho que nuestra comunidad se encuentre inserta en medio de un barrio periférico, sencillo y con muchas carencias de todo tipo. Eso me ha permitido el poder vivir cercano a la gente y compartir  sus preocupaciones, sus alegrías, sus penas y sus esperanzas. Allí he sido el responsable de acompañar una comunidad de jóvenes javerianos de 8 nacionalidades que estudiaban teología y se formaban para un futuro servicio a la misión en los 4 rincones del mundo. Como os imagináis una tarea nada fácil pero también muy bonita.

Y desde hace un mes aquí me encuentro en España, sin haberlo pedido, pero respondiendo a una llamada que los superiores me hicieron para regresar y echar una mano a nuestra comunidad de Murcia en el trabajo de la animación misionera. Esta vez me costó de nuevo mucho el decir  aquí estoy Señor, envíame” y fue un acto de fe y de confianza al Señor. Pero puedo decir que lo hago confiado y sabiendo que es él quien guía nuestros pasos cada día.

Mirando atrás me parece que fue ayer, pero en cambio son ya 25 años los que he estado por el continente africano y también hace poco han sido ya 25 años de mi ordenación sacerdotal. Cuantas experiencias vividas, cuantas aventuras y sorpresas encontradas, cuantas alegrías compartidas, al mismo tiempo cuantas pruebas pasadas, cuantos “aquí estoy Señor, envíame”, pero sigo dando gracias al Señor por su presencia continua a mi lado. Sigo poniendo mi vida entre sus manos dejándome conducir por él. Y quiero terminar con estas palabras de Jesús que me acompañan desde el comienzo de mi vocación: “Bendito seas Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, si has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; si Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bienMt 11,25-26.

 





 

                                            ORACIÓN DEL DOMUND 2020

                                            Señor, me da miedo lo desconocido,

                                                   me veo insignificante y débil,

                                                pero me fío de Ti, que me amas

                                                  y has querido contar conmigo

                                                 para llegar al corazón de otros.

                                                        Aquí estoy, envíame.

                                                Tú me muestras la Iglesia entera,

                                            mucho más allá de lo que alcanzo a ver.

                                            Señor, quiero ayudar a que tu Evangelio

                                                siga sanando la dignidad herida

                                                de tantas personas en el mundo.

                                                        Aquí estoy, envíame.

                                                      Tú puedes hacer de mí

                                                  un cristal que te transparente

                                                    ante quienes no te conocen,

                                                 ante quienes sufren la injusticia,

                                                el dolor, la enfermedad, la pobreza,

                                                el hambre de pan, el hambre de Vida.

                                                    Aquí estoy, envíame. Amén.

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