MUCHOS “AQUÍ ESTOY SEÑOR, ENVÍAME” EN MIS 25 AÑOS DE PRESENCIA
EN AFRICA QUE SON TAMBIEN 25 AÑOS DE ORDENACION.
Son muchas las veces que he dicho en mi
vida “aquí estoy Señor, envíame”.
Quizás una de las más significativas y que recordaré siempre fue el 1ero
de septiembre 1989, fecha de mi 1ª salida misionera y de mi 1ª llegada a
Yaundé, capital de Camerún, para hacer los estudios de teología. De siempre
había sentido un deseo grande de ir a África y aunque entonces no era
obligatorio, yo pedí a mis superiores el poder proseguir mis estudios en
Camerún en vez de hacerlos en Madrid. Cuantos son los recuerdos de esos años en
los cuales he aprendido a mirar este continente con otros ojos y con una mirada
libre de tantos prejuicios que uno lleva consigo mismo y que le impiden ver la
realidad tal y como ella es. Mirando atrás me doy cuenta que fue un periodo
para aprender, descubrir, apreciar y meterme de lleno en esta nueva realidad
que me rodeaba. Formábamos una pequeña comunidad de 10 personas provenientes de
3 continentes y de 4 países distintos.
La 1ª impresión que tuve y que me sigue
acompañando hasta hoy en día es la de descubrir que no es fácil el ser
diferente. Tú eres el blanco en medio de todos los negros y a cualquier sitio a
dónde vas no pasas desapercibido aunque lo intentes. Es sin duda lo mismo que
sienten en su piel los millones de inmigrantes que llegan a nuestro país y que
son distintos de nosotros. Mirando desde aquí creo que eso me ayudó a relativizar
lo mío o lo nuestro, que siempre nos parece lo mejor, a descentrarme y a saber
apreciar y valorizar las culturas, costumbres, idiomas que aquí encontré. Al
mismo tiempo que me ayudó a vivir, desde el tiempo de mi formación, la pasión
por la misión. Al terminar estos 4 años de formación y estudio, que se pasaron
rápido, viendo que yo era joven y comprendiendo que en la mayoría de las
culturas africanas un joven no es muy considerado en la sociedad ni puede tomar
la palabra ante los mayores, pedí a mis superiores el poder hacer una
experiencia en misión como diácono antes de ser ordenado sacerdote para crecer
y madurar un poco más. Es así como mis superiores decidieron enviarme a
Gunu-Gaya en Chad. Hay que decir que al comienzo la cosa no fue fácil: vivir en
uno de los países más pobres del mundo, con una cultura totalmente distinta a
la nuestra y con un idioma muy difícil de aprender, el musey. Curiosamente es
como si uno se volviera un niño que no sabe ni puede decir nada, solo sonreír y
poco más. Poco a poco, con el pasar de los meses, se produce el milagro de
comenzar a comprender y de lograr comunicar con los otros en su idioma, y como
os imaginareis son momentos de gran alegría y satisfacción personal. Os aseguro
que sin ese esfuerzo de aprender el idioma local difícilmente uno logra
integrarse y luego trabajar. Estoy convencido que el idioma es el que nos abre
las puertas para comprender y lograr entrar en esa nueva cultura.
¡Cuántas han sido las cosas que he
aprendido y que he recibido en esos años! Una de las más importantes fue la de
descubrir y aprender a amar la Palabra de Dios. Los misioneros que me
precedieron habían instaurado un método de catequesis llamado “método oral de
la transmisión de la Palabra de Dios” que valorizaba la cultura local. Una
cultura en donde no existían los libros ni los escritos y todo se transmitía
oralmente. Es por eso que la Palabra de Dios también se contaba cómo se cuentan
los cuentos, las historias y las tradiciones bajo el resplandor de la luna. Así
también ésta se aprendía de memoria. Cuantas horas he pasado sentado bajo los árboles
escuchando, repitiendo y aprendiendo, casi sin darme cuenta, el evangelio en
musey. Es cierto, que tuve la gran suerte de estar acompañado, guiado y
acompañado por un compañero javeriano, que fue mi maestro de iniciación. Con él
comenzamos la aventura de ir a los pueblos y de permanecer allí de miércoles a
domingo. No solo para hacer las reuniones y encuentros de formación sino para
pasar el tiempo con ellos, para permanecer en medio de ellos, poder ir a sus
casas, visitarlos y en cierto modo, echar raíces en medio de ellos.
El 25 de agosto 1995 es otra fecha
inolvidable, en la que de nuevo dije: “aquí
estoy Señor, envíame”. Esta fue fecha en la que fui ordenado sacerdote en
mi pueblo por la imposición de manos de Mgr José María Conget, un gran navarro
con un gran espíritu misionero, obispo de Jaca. Puedo decir que todo mi pueblo,
Milagro, se volcó para que todo se pasara bien, y me sentí con una inmensa
alegría rodeado por mi familia, compañeros de comunidad, amigos y vecinos. Fue
el momento de volver a decir si al Señor, a la vida misionera y al espíritu de
servicio. Esta fecha fue una fecha esperada y deseada por toda mi familia pues
al día siguiente, mientras celebraba mi 1ª misa tuve la suerte y la gracia de
bendecir los matrimonios de mi hermano Carlos con Isabel su mujer, y de mi
hermana Feli con José Félix su marido. Os podéis imaginar la alegría
desbordante de toda la familia y de cada uno de nosotros.
Unas semanas más tarde regresé de nuevo a
Chad para continuar con mi misión. En las primeras misas que celebré en las
parroquias de Berem, Kumu y Pont Carol, en donde trabajaba, los cristianos me
ofrecieron una “kawira”, una azada, diciendo: “aquí tienes esta azada que el Señor te ha dado a través del sacerdocio,
ya puedes trabajar con fuerza para que el campo del Señor produzca frutos”.
Cuantas han sido las reuniones hechas, las amistades creadas, los gestos de
atención y de amor recibidos… claro está que no todo fue fácil, el adaptarme a
comer el sorgo en cada comida, el soportar las malarias frecuentes, las
incomodidades… pero curiosamente uno conserva los buenos recuerdos y son estos
los que nos acompañan en nuestro caminar.
En 2003 mis superiores me pidieron regresar a España para
un servicio de animación misionera de la iglesia española. Como os imaginareis
no fue fácil dejar Chad y lo que allí hacía, pero era un modo de seguir poniendo
mi vida en manos del Señor, seguir haciéndole confianza y decir de nuevo “aquí estoy Señor, envíame”. Fui
destinado a nuestra comunidad de Murcia y os aseguro que desde el 1er
momento me encontré muy a gusto. Fueron 6 años de gracia y de una experiencia
muy bonita, de muchísimas personas encontradas y de muchas amistades hechas. Estaba
a gusto pero, buscando el ser consecuente con mi opción misionera, pedí a los
superiores el poder regresar a África y es así como me destinaron de nuevo. Pero
a partir de ahí, como compromiso de hacer partícipes a tantas personas
conocidas de mi misión comencé un blog en el que escribía experiencias y
vivencias vividas llamado https://ecosdelasabana.blogspot.com en el que sigo escribiendo cosas hasta ahora.
Es así como a mitad de septiembre del 2009 llegaba de
nuevo a Chad, de nuevo a Gunu Gaya, pero esta vez para trabajar en otras
parroquias distintas; Gaya y Domo. Cuantos kilómetros en bicicleta y no
precisamente mountain bike, por caminos de arena y durante algunos meses
inundados con el agua hasta las rodillas; a veces sobre la piragua para poder
visitar unas comunidades que estaban al otro lado del lago. Después de 3 años y
medio, cuando comenzaba a conocer la realidad y a la gente, mis superiores me
pidieron volver à Yaundé. Os aseguro que
esta vez me costó mucho aceptar la propuesta y decir “aquí estoy Señor, envíame”. Fue a causa de la insistencia que
acepté pero no fue fácil dejar el Chad para ir a Yaundé. Dejar la sabana del
Chad para ir al bosque ecuatorial del sur de Camerún; dejar el trabajo en los
pueblos para ir a una parroquia de ciudad y dar una mano en la formación de los
jóvenes misioneros. Un gran desafío a afrontar. Fue a primeros de enero 2013
que llegué a Yaundé, ciudad que había dejado casi 20 años atrás. Puedo decir
que he intentado hacerlo lo mejor posible, claro está con mis cualidades y con
mis límites, implicándome totalmente y poniéndome al servicio de esta nueva
tarea que me habían confiado; la de acompañar a jóvenes javerianos en su camino
de formación. Puedo decir que ha sido una bendición el hecho que nuestra
comunidad se encuentre inserta en medio de un barrio periférico, sencillo y con
muchas carencias de todo tipo. Eso me ha permitido el poder vivir cercano a la
gente y compartir sus preocupaciones,
sus alegrías, sus penas y sus esperanzas. Allí he sido el responsable de
acompañar una comunidad de jóvenes javerianos de 8 nacionalidades que
estudiaban teología y se formaban para un futuro servicio a la misión en los 4
rincones del mundo. Como os imagináis una tarea nada fácil pero también muy
bonita.
Y desde hace un mes aquí me encuentro en España, sin
haberlo pedido, pero respondiendo a una llamada que los superiores me hicieron
para regresar y echar una mano a nuestra comunidad de Murcia en el trabajo de
la animación misionera. Esta vez me costó de nuevo mucho el decir “aquí
estoy Señor, envíame” y fue un acto de fe y de confianza al Señor. Pero
puedo decir que lo hago confiado y sabiendo que es él quien guía nuestros pasos
cada día.
Mirando atrás me parece que fue ayer, pero en cambio son
ya 25 años los que he estado por el continente africano y también hace poco han
sido ya 25 años de mi ordenación sacerdotal. Cuantas experiencias vividas,
cuantas aventuras y sorpresas encontradas, cuantas alegrías compartidas, al
mismo tiempo cuantas pruebas pasadas, cuantos “aquí estoy Señor, envíame”, pero sigo dando gracias al Señor por su
presencia continua a mi lado. Sigo poniendo mi vida entre sus manos dejándome conducir
por él. Y quiero terminar con estas palabras de Jesús que me acompañan desde el
comienzo de mi vocación: “Bendito seas
Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, si has escondido estas cosas a
los sabios y entendidos, se las has revelado a la gente sencilla; si Padre,
bendito seas, por haberte parecido eso bien” Mt 11,25-26.
ORACIÓN DEL DOMUND 2020
Señor, me da
miedo lo desconocido,
me veo insignificante
y débil,
pero me fío
de Ti, que me amas
y has
querido contar conmigo
para llegar
al corazón de otros.
Aquí estoy, envíame.
Tú me
muestras la Iglesia entera,
mucho más
allá de lo que alcanzo a ver.
Señor,
quiero ayudar a que tu Evangelio
siga sanando
la dignidad herida
de tantas
personas en el mundo.
Aquí estoy, envíame.
Tú puedes
hacer de mí
un cristal
que te transparente
ante quienes
no te conocen,
ante quienes
sufren la injusticia,
el dolor, la
enfermedad, la pobreza,
el hambre de
pan, el hambre de Vida.
Aquí estoy, envíame. Amén.
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