viernes, 29 de octubre de 2021

ECOS DE LA SABANA Nº 142


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 Jueves 28 Octubre 2021
CUENTA LO QUE HAS VISTO Y OIDO: Testimonio de la hermana Ana Gutiérrez desde el Congo

Estamos ya en los últimos días de este mes de Octubre, mes de la misión, que nos ha invitado a “CONTAR LO QUE HEMOS VISTO Y OIDO”, y quiero compartir con vosotros este testimonio lleno de vida, de experiencias concretas, de esperanza y de ilusión que he recibido de la amiga misionera Ana Gutiérrez, religiosa esclava del sagrado corazón de Jesús, misionera y médico que después de más de 12 años de trabajo en Camerún desde hace un año se encuentra en la RDC, República Democrática del Congo. Allí acompaña a jóvenes congolesas que quieren consagrar su vida a la misión y sigue ejerciendo su pasión que es también su ministerio de médico. Vive en un barrio periférico de Kinshasa, la capital de este inmenso país casi 5 veces mayor que España, y es desde allí que nos escribe contándonos LO QUE HA VISTO Y OIDO. Le dejo la palabra a ella para que veamos y oigamos con sus ojos y con sus oídos.

“Qué bonito es este lema propuesto para la celebración de la Jornada Mundial de las Misiones.
Voy a intentar contaros algo de lo que yo he visto y oído en estos 13 años de experiencia misionera en África como Esclava de Sagrado Corazón de Jesús.

HE VISTO Y OÍDO la presencia sobreabundante de Dios en mi vida y en la de los demás. Un Dios que me habita, que me crea y me recrea cada día. Un Dios que me consuela para poder consolar a otros, un Dios que es alegría, paz, gozo, refugio y fortaleza.

HE VISTO, OÍDO Y VIVIDO una fraternidad universal, he vivido y trabajado mano a mano, en momentos críticos a veces, con gente de distintas razas, edades, naciones, culturas, etcétera y eso no ha sido impedimento, al contrario, cada una aporta desde lo que es y eso crea riqueza, diversidad, amplitud, creatividad que hace avanzar las cosas.

HE VISTO, OÍDO Y TOCADO mucho sufrimiento, enfermedad, muerte, en algunos casos exceso de mal, pero unido a eso he visto exceso de vida, he visto luchar cada día para buscar algo que comer o pagar unas medicinas.

HE VISTO Y OÍDO mucha vida que nace, vidas humanas y vida espiritual, oportunidades nuevas, experiencias nuevas. Dios nos provoca siempre novedad, si le dejamos y nos abrimos a su gracia.

HE VISTO Y OÍDO gente maravillosa religiosos y religiosas, laicos y laicas, sacerdotes, personas creyentes y no creyentes que dan su vida cada día de manera callada sin hacer ruido pero que realizan obras maravillosas. Personas que luchan por un mundo nuevo que dan su tiempo, dinero, valores y su vida entera a favor de los que más sufren. Hombres y mujeres que entregan su vida, su cuerpo hasta el extremo, diezmados muchas veces por enfermedades tropicales que quitan vida, pero ahí siguen dándose y entregando cada día su cuerpo y su sangre.

HE VISTO Y OÍDO las semillas del Verbo expandidas en el mundo, en distintas confesiones religiosas, distintas creencias, pero todas habitadas por una sed de lo divino y por un deseo de ser mejores y construir un mundo mejor.

HE VISTO Y OÍDO a muchos profesionales de la salud que luchan cada día por salvar vidas, luchando contra tanta mortalidad materna e infantil, luchando contra la estigmatización provocada por ciertas enfermedades como el SIDA, el cáncer, la esterilidad, luchando contra las acusaciones de brujería, luchando contra la violencia contra la Mujer y contra los niños, sobre todo la violencia sexual.
HE VISTO Y OÍDO crecer a mucha gente a nivel profesional, contentos de aprender, he visto cómo han ido cambiando ciertas prácticas por el bien de los enfermos y de los alumnos; eso es educación evangelizadora.

HE VISTO Y OÍDO verdaderas estructuras de gracia: colegios, hospitales, centros sociales, centros de desarrollo en medio de lugares de extrema pobreza qué son verdaderos lugares de gracia, incluidos los de nuestra Congregación, a los que seguro que Santa Rafaela María le gustaría llamar “Casas de Reparación”
HE VISTO nuestro carisma extenderse en distintos países, echando raíces en tierras africanas viviendo intensamente la Reparación, la Educación Evangelizadora, la Adoración apostólica.
HE VISTO una Iglesia local que busca su propia identidad, que busca hacerse presente en las familias concretas, qué lleva la celebración eucarística a las casas y personas concretas intentando poner a Cristo en el centro de la vida de cada persona.

Siento que es una gracia todo lo que HE PODIDO VER Y ESCUCHAR en mi vida. Hay muchas imágenes que se quedan grabadas en la memoria. Los misioneros lo más fuerte que vivimos no lo contamos, pero se queda grabado en nuestro cerebro y en nuestro corazón como experiencias de gracia, aunque sea un misterio pascual. Os invito a que cada uno de vosotros sea capaz de preguntarse hoy :

¿Qué he visto y oído en mi vida que me habla de Dios? ¿Qué me habla del Reino? ¿Qué experiencias me hablan de la presencia amorosa de Dios en mi vida y en la de los demás?

Ana Gutiérrez Martínez,

 

viernes, 22 de octubre de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 141

PINCHA EN LA FOTO DE ARRIBA PARA VER EL VIDEO DE LA ENTREVISTA DE ANTXON SERRANO Y EN EL DE ABAJO PARA VER EL TESTIMONIO DE ALEJANDRO BRAMANTE

PINCHA ABAJO ASI PODRAS ESCUCHAR Y VER DE NUEVO LA CANCION DE BEBEN CON SU TRADUCCION SIMULTANEA



 

viernes, 15 de octubre de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 140

 


PINCHA EN LA FOTO DE ARRIBA PARA VER EL VIDEO DEL DOMUND DE ESTE AÑO 2021, Y EN LA DE ABAJO PARA VER UN VIDEO DE LOS MARTIRES MISIONEROS JAVERIANOS HECHO POR LOS COMPAÑEROS DE MEJICO, EN LA ULTIMA PODRAS ESCUCHAR EL HIMNO DEL DOMUND DE ESTE AÑO, VERAS QUE TE GUSTARÁ

 




MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2021
 

«No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20)

Queridos hermanos y hermanas:

Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído. La relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22). Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: «Salid al cruce de los caminos e invitad a todos los que encontréis» (Mt 22,9). Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión.

La experiencia de los apóstoles

La historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad (cf. Jn 15,12-17). Los apóstoles son los primeros en dar cuenta de eso, hasta recuerdan el día y la hora en que fueron encontrados: «Era alrededor de las cuatro de la tarde» (Jn 1,39). La amistad con el Señor, verlo curar a los enfermos, comer con los pecadores, alimentar a los hambrientos, acercarse a los excluidos, tocar a los impuros, identificarse con los necesitados, invitar a las bienaventuranzas, enseñar de una manera nueva y llena de autoridad, deja una huella imborrable, capaz de suscitar el asombro, y una alegría expansiva y gratuita que no se puede contener. Como decía el profeta Jeremías, esta experiencia es el fuego ardiente de su presencia activa en nuestro corazón que nos impulsa a la misión, aunque a veces comporte sacrificios e incomprensiones (cf. 20,7-9). El amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41).

Con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes. Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: «Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor» (Carta enc. Fratelli tutti, 68). Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social (cf. ibíd., 67). La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero (cf. 1 Jn 4,19). Esa «predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro —por su propia naturaleza— no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. […] Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí. Tampoco el fervor misionero puede obtenerse como consecuencia de un razonamiento o de un cálculo. Ponerse en “estado de misión” es un efecto del agradecimiento» (Mensaje a las Obras Misionales Pontificias, 21 mayo 2020).

Sin embargo, los tiempos no eran fáciles; los primeros cristianos comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado. Historias de postergaciones y encierros se cruzaban con resistencias internas y externas que parecían contradecir y hasta negar lo que habían visto y oído; pero eso, lejos de ser una dificultad u obstáculo que los llevara a replegarse o ensimismarse, los impulsó a transformar todos los inconvenientes, contradicciones y dificultades en una oportunidad para la misión. Los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor. Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador.

Tenemos el testimonio vivo de todo esto en los Hechos de los Apóstoles, libro de cabecera de los discípulos misioneros. Es el libro que recoge cómo el perfume del Evangelio fue calando a su paso y suscitando la alegría que sólo el Espíritu nos puede regalar. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la «convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos» y la certeza de que «quien se ofrece y entrega a Dios por amor seguramente será fecundo» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 279).

Así también nosotros: tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran. Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas. Pero nosotros «no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesús como Cristo y Señor, pues no somos más que servidores de vosotros por causa de Jesús» (2 Co 4,5). Por eso sentimos resonar en nuestras comunidades y hogares la Palabra de vida que se hace eco en nuestros corazones y nos dice: «No está aquí: ¡ha resucitado!» (Lc 24,6); Palabra de esperanza que rompe todo determinismo y, para aquellos que se dejan tocar, regala la libertad y la audacia necesarias para ponerse de pie y buscar creativamente todas las maneras posibles de vivir la compasión, ese “sacramental” de la cercanía de Dios con nosotros que no abandona a nadie al borde del camino. En este tiempo de pandemia, ante la tentación de enmascarar y justificar la indiferencia y la apatía en nombre del sano distanciamiento social, urge la misión de la compasión capaz de hacer de la necesaria distancia un lugar de encuentro, de cuidado y de promoción. «Lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20), la misericordia con la que hemos sido tratados, se transforma en el punto de referencia y de credibilidad que nos permite recuperar la pasión compartida por crear «una comunidad de pertenencia y solidaridad, a la cual destinar tiempo, esfuerzo y bienes» (Carta enc. Fratelli tutti, 36). Es su Palabra la que cotidianamente nos redime y nos salva de las excusas que llevan a encerrarnos en el más vil de los escepticismos: “todo da igual, nada va a cambiar”. Y frente a la pregunta: “¿para qué me voy a privar de mis seguridades, comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta permanece siempre la misma: «Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 275) y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo.

Al igual que los apóstoles y los primeros cristianos, también nosotros decimos con todas nuestras fuerzas: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20). Todo lo que hemos recibido, todo lo que el Señor nos ha ido concediendo, nos lo ha regalado para que lo pongamos en juego y se lo regalemos gratuitamente a los demás. Como los apóstoles que han visto, oído y tocado la salvación de Jesús (cf. 1 Jn 1,1-4), así nosotros hoy podemos palpar la carne sufriente y gloriosa de Cristo en la historia de cada día y animarnos a compartir con todos un destino de esperanza, esa nota indiscutible que nace de sabernos acompañados por el Señor. Los cristianos no podemos reservar al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación.

Una invitación a cada uno de nosotros

El lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hch 4,20), es una invitación a cada uno de nosotros a “hacernos cargo” y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón. Esta misión es y ha sido siempre la identidad de la Iglesia: «Ella existe para evangelizar» (S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14). Nuestra vida de fe se debilita, pierde profecía y capacidad de asombro y gratitud en el aislamiento personal o encerrándose en pequeños grupos; por su propia dinámica exige una creciente apertura capaz de llegar y abrazar a todos. Los primeros cristianos, lejos de ser seducidos para recluirse en una élite, fueron atraídos por el Señor y por la vida nueva que ofrecía para ir entre las gentes y testimoniar lo que habían visto y oído: el Reino de Dios está cerca. Lo hicieron con la generosidad, la gratitud y la nobleza propias de aquellos que siembran sabiendo que otros comerán el fruto de su entrega y sacrificio. Por eso me gusta pensar que «aún los más débiles, limitados y heridos pueden ser misioneros a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 239).

En la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio. Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición.

Contemplar su testimonio misionero nos anima a ser valientes y a pedir con insistencia «al dueño que envíe trabajadores para su cosecha» (Lc 10,2), porque somos conscientes de que la vocación a la misión no es algo del pasado o un recuerdo romántico de otros tiempos. Hoy, Jesús necesita corazones que sean capaces de vivir su vocación como una verdadera historia de amor, que les haga salir a las periferias del mundo y convertirse en mensajeros e instrumentos de compasión. Y es una llamada que Él nos hace a todos, aunque no de la misma manera. Recordemos que hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Siempre, pero especialmente en estos tiempos de pandemia es importante ampliar la capacidad cotidiana de ensanchar nuestros círculos, de llegar a aquellos que espontáneamente no los sentiríamos parte de “mi mundo de intereses”, aunque estén cerca nuestro (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 97). Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana. Que su amor de compasión despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros.

Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras (cf. Mt 5,13-14).

Roma, San Juan de Letrán, 6 de enero de 2021, Solemnidad de la Epifanía del Señor.   Francisco

 


viernes, 8 de octubre de 2021

VIDEO DEL PAPA OCTUBRE 2021 "¿ESTAS PREPARADO PARA SER MISIONERO?"

Jesús nos pide a todos, y a ti también, ser discípulos misioneros. ¿Estás preparado?

Basta con estar disponibles a su llamada y vivir unidos al Señor en las cosas más cotidianas, el trabajo, los encuentros, las ocupaciones de cada día, las casualidades de cada día, dejándonos guiar siempre por el Espíritu Santo.

Si te mueve Cristo, si haces las cosas porque Cristo te guía, los demás se dan cuenta fácilmente.

Y tu testimonio de vida provoca admiración, y la admiración hace que otros se pregunten: “¿Cómo es posible que esto sea así?” o “¿de dónde le viene a esta persona el amor con que trata a todos, la amabilidad, el buen humor?”.

Recordemos que la misión no es proselitismo, sino que la misión se basa en un encuentro entre personas, en el testimonio de hombres y mujeres que dicen: “Yo conozco a Jesús, me gustaría que tú también lo conocieras”.

Hermanos y hermanas, recemos para que cada bautizado participe en la evangelización y que cada bautizado esté disponible para la misión a través de su testimonio de vida. Y que este testimonio de vida tenga sabor a Evangelio.



viernes, 1 de octubre de 2021

MES MISIONERO OCTUBRE 2021


 COMENZAMOS HOY EL MES DE OCTUBRE, MES DE LAS MISIONES, Y SE NOS INVITA A CONTAR LO QUE HEMOS VISTO Y OIDO. NO TENGAMOS REPARO, NI MIEDO EN HACERLO, SON MUCHAS LAS COSAS BUENAS QUE TENEMOS QUE CONTAR.


PINCHA EN LOS VIDEOS DE ABAJO QUE CREO NOS AYUDARAN A COMENZAR ESTE MES CON FUERZA E ILUSION







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