En ocasión del centenario de la Carta
Testamento que nos dejó nuestro fundador san Guido María Conforti, deseo
escribir una sencilla reflexión sobre uno de los textos más significativos que
han pasado por mi vida y que por suerte sigue estando muy presente en mi
pensamiento y sobretodo en mi corazón.
Desde que descubrí la Carta Testamento en
mis primeros años en el periodo formativo de la vida javeriana no puedo que dar
las gracias por tal descubrimiento. Para mí ha sido como descubrir un tesoro,
ese tesoro escondido del que habla el evangelio, en el centro de la
espiritualidad de nuestro Fundador Guido María Conforti y de nuestra
espiritualidad como familia javeriana.
La Carta Testamento resume con gran singularidad la riqueza de la espiritualidad de nuestro amado Fundador. En ella se encuentra la grandeza de nuestra vocación misionera, a la que somos llamados, en la que se incluyen las cinco constantes de la espiritualidad misionera javeriana. Y por eso es un texto al que se vuelve constantemente para recordarnos las fuentes de nuestra espiritualidad que no son otras que las fuentes de nuestro querido Santo Guido, un proyecto ilusionante vivido como una vocación enriquecedora: “Trabajemos con entusiasmo siempre creciente por el anuncio del Evangelio, entre los no creyentes, aportando con ello nuestro grano de arena para que se cumpla la voluntad de Cristo, deseando la formación de una sola familia Cristiana que abarque la humanidad entera” (CT n. 1).
En mi vocación y en mi servicio como misionero la Carta Testamento ha sido una luz que ha alumbrado los momentos de dificultad para que la llama del deseo de anunciar a Jesús estuviera siempre viva y ardiente como lo fue en la vida de nuestro fundador y de nuestro Santo Patrón San Francisco Javier. Como dijo Guido en uno de los discursos de partida de sus misioneros: “El misionero parte hacia aquellos que él todavía no conoce, pero que ya ama.” En la carta testamento se puede leer entre líneas el significado de la misión como esencia en sí misma. Al lugar donde hemos sido enviados no solo servimos a la misión, sino que nos sentimos misioneros que creo que es el sentir de Guido M Conforti y de la Carta Testamento. La misión es mucho más grande de aquello que podamos desarrollar y realizar. Dios está presente antes de que nosotros lleguemos.
En mi experiencia como misionero me siento participe de la acción del Espíritu mediante mi testimonio personal y de comunidad que fue aquello que nos dejó nuestro Fundador a través de la carta testamento. En ella se puede gustar la presencia del Espíritu en el pensamiento y el obrar, pero sobre todo especialmente en la vida y el testimonio de Guido M Conforti. Guido transformó la escucha y la experiencia del Cristo crucificado en una docilidad interior para ver, buscar y conocer más de cerca a Jesús. Para Conforti el centro de su vida es Jesús y el encuentro con el Crucifijo y con los crucificados. Y así ha sido también para mí. El servicio en la misión te hace sentirte cercano a los sufrimientos de las personas con las que se comparte la vida. En el que ningún sufrimiento me sea indiferente.
En la Carta Testamento se presenta la
imagen del Cristo Crucificado que muere para todos. Es la experiencia personal
de Guido. Y es también mi propia experiencia personal. Un Cristo redentor, que
abre los brazos para acoger a todos los pueblos y etnias, un Cristo que nos
anima, nos reconforta, nos acompaña, nos guía, y sobretodo nos ama. El dialogo
personal con Jesús da sentido, fuerza, urgencia al deseo profundo de entregarse
para que todos le conozcan y le amen. El deseo de ser copia fiel de Jesús y su
más humilde servidor: “En cualquier situación tenemos a Cristo ante
los ojos de nuestra mente y Él nos acompañará en la oración y en el estudio, en
las varias ocupaciones del trabajo misionero y en el contacto frecuente con el
prójimo, en los momentos de desaliento, de dolor y de tentación. Y en todo,
tomaremos de Él inspiración a fin de que nuestras acciones sean la
manifestación de la vida de Cristo presente en nosotros” (CT n. 7).
La Carta Testamento comprende el principio, el motor y el fin de toda la vivencia de Guido M Conforti. Todo tiende, está orientado, lleva como fin y tiene la finalidad de la misión. La misión es el hilo conductor que unifica el proyecto javeriano. Y la misión no la hacemos solos. Cristo nos envía su Espíritu para fortalecernos en los momentos de debilidad y para que no nos echemos atrás y afrontemos los retos que lleva consigo nuestra vida misionera. Pero no podemos olvidar la importancia de la comunidad. Los javerianos trabajamos y vivimos en comunidad. Nuestra forma de ser javerianos es en comunidad. La comunidad a la que llamamos familia me orienta a vivir la fe con espíritu misionero y a ser una persona más evangélica. Es esa fe la que me mueve al amor a Dios y a los hermanos, experimentando la fraternidad. Es ese espíritu de familia, la dimensión familiar, la que se percibe en la carta testamento: “Todo debe ser generosamente sacrificado en nombre de la Concordia fraternal, que hace agradable la convivencia, consolida y hace prosperar las comunidades” (CT n. 9).
Y es ese espíritu de fraternidad, de familia, el que he vivido en las diferentes comunidades a las que he sido enviado a lo largo de mi vida. Y ese mismo espíritu de familia el que es sentido por las personas que nos conocen, por nuestros bienhechores, por nuestros amigos.
En la carta testamento también se respira
la vida consagrada, la fuerza de los votos en toda su intensidad. Cada vez
estoy más agradecido a Conforti porque quiso que la familia javeriana fuese una
congregación religiosa. Y es ahora en este tiempo en el que vivimos cuando
cobra más fuerza aún el valor de los votos religiosos: “Los votos religiosos son vínculos
sagrados que fundan más radicalmente nuestra vida en el servicio al Plan de
Dios. Los votos son una continua aspiración a cosas cada día mejores”
(CT n. 2).
La experiencia religiosa de familia que aparece en la Carta Testamento me ha promovido a ser una persona más humana, más misericordiosa, más empática con las personas que me rodean. Una persona capaz de mirar más adentro utilizando los ojos del corazón en mi servicio misionero pastoral y formativo siguiendo el ejemplo de nuestro padre Fundador. Guido poseía una rica humanidad. Una humanidad que ayudaba a que los hermanos desarrollasen sus valores y sus caracteres. Una humanidad que testimoniaba que Dios es real, que Dios vive, que Dios es felicidad, que Dios es amor. Una humanidad que resaltaba que el rostro humano del javeriano en familia reflejase relaciones transparentes, sinceras, humanas y acogedoras entre los hermanos.
Todo esto y mucho más es la Carta Testamento que ha dado sabor a mi vida como javeriano y misionero. Que podamos disfrutar del centenario de esta magnífica carta releyéndola, meditándola y orándola con la mirada fija en el amor de Cristo Crucificado.
P.
Rafael Bardón Sedano sx
Y aquí os dejo algunas frases que nos pueden ayudar:
“Los hombres son hermanos por religión o
iguales por creación” Ayatolá Al Sistani.
“Un sacerdote se hace sacerdote para
servir, al servicio del pueblo de Dios, no para hacer carrera, no por dinero...
El contacto con la gente nos salva, nos ayuda, damos la Eucaristía, la
predicación, nuestra función. Pero ellos nos dan la pertenencia. No olvidemos
esta pertenencia al pueblo de Dios.
En Mosul me detuve frente a la iglesia
destruida, no tenía palabras. Increíble, increíble... No sólo esa iglesia sino
también otras iglesias, incluso una mezquita destruida… Una pregunta que me
vino a la mente en la iglesia fue la siguiente: ¿pero quién vende las armas a
estos destructores? ¿Por qué no fabrican ellos mismos las armas en casa? Sí, se
fabricarán algunos artefactos... ¿Pero quién vende las armas? ¿Quién es el
responsable? Al menos pediría a los que venden las armas la sinceridad de
decir: nosotros vendemos las armas. No dicen eso” Papa Francisco en el avión de regreso de Irak.
“Y os digo que la vida es realmente
oscuridad, salvo allí donde hay entusiasmo.
Y todo entusiasmo es ciego, salvo donde
hay saber.
Y todo saber es vano, salvo donde hay
trabajo.
Y todo trabajo es vacío, salvo donde hay
amor.
¿Y qué es trabajar con amor? Es poner, en
todo lo que hagáis, un soplo de vuestro espíritu”.
Khalil
Gibran
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