Sábado
5 noviembre 2022Testimonio de la hna. Ángeles López, superviviente del ataque
terrorista en Mozambique: “Merece la pena gastar la vida por la misión”
En
estos días, la hermana Ángeles López cumple 50 años como misionera en
Mozambique. También cumplía 50 años la misión de Chipene, que ella misma fundó.
Y la noche del 6 de septiembre, esa misión en la que llevaban adelante dos
residencias para estudiantes, una escuela, un centro de salud, y una Iglesia;
quedó hecha cenizas, y su hermana María de Coppi, muerta de un tiro en la
cabeza.
Por
la tarde, ante la alarma de posibles ataques, los misioneros decidieron enviar
a los niños a sus casas, pero un pequeño grupo de niñas no pudo marcharse
porque vivían muy lejos. Para no dejarlas solas, una misionera italiana decidió
dormir con ellas, y Ángeles López y María de Coppi se quedaron en la casa,
comentando los acontecimientos. “María, que era siempre muy optimista, me dijo
aquella noche: ‘Oye, Ángeles, yo presiento que alguna cosa va a pasar’. A lo
que yo respondí: ‘Ay, María, no digas eso; es la segunda guerra que pasamos, no
es la primera. Verás que todo va a ir bien”.
Estuvieron
juntas hasta dos minutos antes del ataque, cuando se despidieron para entrar en
sus habitaciones. “Yo sentí un disparo grandísimo. Entonces salté de la cama
para avisar a María de que habían llegado. Cuando yo abrí mi puerta, ellos
continuaron disparando. Dieron como cinco tiros. Yo me agarré a la pared lo que
pude, y cogí la manilla para decirle ‘María, María, están aquí’. Más cuando fui
a ver, María estaba en el suelo”.
La
hermana Ángeles entonces intentó huir por detrás, pero se encontró con hombres
armados, que la cogieron, y empezaron a prender fuego en las habitaciones. La
misionera suplicó que sacaran a la hermana de ahí, para que no se quemara su
cuerpo. “Cogieron el cuerpo, lo arrastraron por los brazos a la calle, lo
tiraron fuera a la tierra”. Y quedó con los brazos en cruz.
La
hermana Ángeles pensó ir corriendo a avisar a su compañera italiana que estaba
con las niñas en la residencia, pero no pudo en ese momento. “Fue providencial
porque si me hubieran dejado, hubieran descubierto a las chicas”. Estuvo
retenida en la puerta de la Iglesia durante cerca de una hora, que a ella le
pareció una eternidad, mientras quemaban el templo. “En ese tiempo yo solo
pensaba que me iban a matar”. En ese momento deseó que fuera de un tiro y no
con catana; como enfermera tuvo en la guerra de la independencia que suturar
muchas veces sin anestesia a personas que habían sido heridas de este modo.
En
un momento dado, los atacantes le dijeron: “Estás libre, mañana sales de aquí,
no queremos tu religión, queremos el Islam”, y la misionera salió “corriendo
como una gacela a buscar a mi hermana, que estaba encerrada con las niñas”, y
todas huyeron al bosque. “Tuvimos un espacio de unos siete u ocho minutos, que
fue lo que Dios nos dio, porque ellos ya estaban regresando en grupos a
continuar su trabajo de quemar”.
El
bosque era muy denso, y con gran dificultad lograron avanzar. La hermana
Ángeles, que tiene 82 años, se quedaba atrás – “se me caía la zapatilla, me
enredaba, caía”-, y pidió a las niñas que avanzaran sin ella, pero una de ellas
decidió acompañarla, y ayudarla a saber de dónde venían los ruidos, que ella no
podía escuchar sin los audífonos. “Y se quedó toda la noche, las dos como dos
gatitos ahí cogiditas”.
Al
amanecer, cuando ya habían cesado los ruidos, Ángeles decidió regresar, con
miedo de encontrarse muertos a los misioneros sacerdotes de la misión. Los
encontró vivos, en un edificio que aún ardía y todos salieron antes de que el
tejado cayera. En seguida llegó la policía. “Han destruido todo, todo, todo. No
ha quedado nada”. La hermana Ángeles recuerda con mucha tristeza ver arder las
latas de leche en polvo, que ella daba a “sus niños”, unos 150 pequeños desnutridos.
“Hoy que estoy más tranquila, siento que
merece la pena. Y si estoy bien, en enero regreso. Tengo billete de ida y
vuelta”. ¿Volverá a Chipene? No se sabe, porque la incertidumbre es grande.
“Parece que será imposible recuperarse, es muy difícil. Es la misión que estaba
más cerca del límite de Cabo Delgado”. Allí desde hace 5 años hay una guerra
cruel, que está avanzando hacia Nampula.
Después
de esta experiencia tan traumática, en la que además de perder a su hermana, ha
perdido todo –incluido el móvil y los audífonos, que se quedaron entre las
cenizas-, esta misionera asegura que ha perdonado a los terroristas. “No tengo
que perdonarlos, porque yo nunca los condené; ellos son mandados, son pobrecita
gente, drogados, de este lugar que los mandan a hacer eso, pero que no son
culpables por nada. Si no hacen eso, los matan a ellos”, explica.
Asegura
que no tiene miedo, y que la fe ha jugado un papel importantísimo. “En aquel
momento tuve una ayuda fuerte del Señor, estaba bastante serena. Esto ha fortalecido
mi fe 100%, si Dios no me hubiera ayudado no hubiera podido soportar cosas de
este tipo”. De hecho, al despedirse de los misioneros que estaban allí, les
invitó a seguir rezando juntos el rosario.
La
misionera comboniana ha aprovechado la entrevista para enviar un mensaje a los
jóvenes. “Yo quisiera decir a los jóvenes que merece la pena, que merece la
pena gastar una vida por la misión, que hay muchas personas que nos esperan con
sed de saber, con sed de conocer a Dios”.
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