“La vocación propia de la Iglesia es
evangelizar, que no es hacer proselitismo, no. La vocación es evangelizar,
más aún, la identidad de la Iglesia es evangelizar.
Solo podremos
renovar la Iglesia desde el discernimiento de la voluntad de Dios en nuestra
vida diaria. Y emprendiendo una transformación guiados por el Espíritu Santo.
Nuestra propia reforma como personas, esa es la transformación. Dejar que el
Espíritu Santo, que es el don de Dios en nuestros corazones, nos recuerde lo
que Jesús enseñó y nos ayude a ponerlo en práctica.
Empecemos reformando la Iglesia con una
reforma de nosotros mismos. Sin ideas prefabricadas, sin prejuicios ideológicos, sin rigideces
sino avanzando a partir de una experiencia espiritual, una experiencia de
oración, una experiencia de caridad, una experiencia de servicio.
Sueño con una opción aún más misionera, que
salga al encuentro del otro sin proselitismo y que transforme todas sus estructuras para
la evangelización del mundo actual.
Recordemos que la Iglesia siempre tiene dificultades,
siempre tiene crisis, porque está viva. Las cosas vivas entran en crisis.
Solo los muertos no entran en crisis.
Recemos por la Iglesia, para que reciba del Espíritu Santo la gracia y
la fuerza para reformarse a la luz del Evangelio.”
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