Soy Lourdes García, Misionera Comboniana
mexicana y vivo la misión en Palestina. Antes de llegar aquí estuve en Emiratos
árabes y jordanos, para aprender inglés y árabe. Es por esta razón que
para mí, el versículo del Evangelio de Mateo donde Jesús nos invita a hacernos
como niños, contiene la esencia de este tiempo vivido en mi corta experiencia
misionera. Un tiempo de dejarme guiar para ir dando mis primeros
pasos. Un tiempo de gran y continuo aprendizaje, desaprender para volver a
aprender: el idioma, a ser paciente, a ser humilde para dejarme enseñar y
corregir (que no ha sido fácil). Aprender a estar, a mirar, a conocer
culturas, diversidad y tradiciones nuevas.
El primer año y medio aproximadamente, estuve en emiratos árabes, un mundo
completamente desconocido para mí. Allí no solo tuve que aprender el
inglés, además tenía que ser capaz de entenderlo en los diferentes acentos de
las comunidades con las que compartieron el día a día: filipinos, indios y
africanos varios. Fue una experiencia que me ayudó a fortalecer mi fe, a
pesar de que fuera del el recinto de la iglesia es muy difícil ser
cristiano.
Después me enviaron a Jordania para estudiar árabe y nuevamente tuve que
descalzarme para entrar a esa tierra sagrada. Jordania es un país musulmán
también, bastante acogedor, donde musulmanes y cristianos conviven en el día a
día. Los cristianos podemos expresar nuestra fe de una manera más
libre. Hay más iglesias que en Emiratos árabes, y volver a escuchar las
campanas de las iglesias llamando diariamente, para mí, era un signo de
hermandad.
Aquí los primeros meses me integré en
algunas de las actividades del centro de Refugiados de los Padres Jesuitas,
donde tuve la oportunidad de convivir con gente de Sudán, Somalia, Irak, Yemen
y Siria. Ahí también me dejé enseñar por ellos, y aprendí a estar,
escuchar y conocer más sobre la religión musulmana.
Compartí la vida con migrantes en su
mayoría jóvenes, que huyen de sus países en busca de mejores
oportunidades. Casi todos están de paso por Jordania y su meta es llegar a
los Estados Unidos. Las pláticas con ellos se hacían cortas. Hablaban
de sus sueños, sus deseos, sus valores, y muchos de ellos nos hablaron de las
similitudes entre ambas religiones, de lo que nos une, ¡siempre con tanto
respeto!
Recuerdo una vez que fuimos a visitar a una señora musulmana, refugiada de
varios años en Amman y en una situación económica muy difícil. Ella quería
saber más sobre la vida religiosa y con mi poquito árabe le expliqué y ella no
paraba de bendecirme. Al final de la visita concluimos con una sencilla
oración a Dios, y me di cuenta de que no habíamos predicado con palabras sino
con el estar, el compartir la vida y el escuchar. Todo eso nos une como
hermanos y hermanas de un mismo Padre.
Ahora estoy en Palestina y mis hermanas de comunidad me han introducido a
algunas de las comunidades de beduinos, todos ellos musulmanes. Me dejo
sorprender por su acogida, su generosidad tan grande y el cariño que la gente
tiene a las misioneras combonianas. Toca volver a ser como una niña, con
el corazón abierto para dejarme enriquecer por la gente, para convivir, estar,
escuchar, compartir la vida y dejarme sorprender una vez más por la riqueza de
religiones y culturas diversas.
Lourdes García
Misionera Comboniana
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