Viernes 17 Diciembre 2021El
drama de los niños mineros de Camerún
Estamos a unos días de Navidad, y de la
fiesta de los reyes magos, fiestas mágicas para todos pero en especial para los
más pequeños de la casa. Hace unas semanas leía un artículo sobre la cruda
realidad de los niños mineros en Camerún y quiero compartir con vosotros el
fruto de estas lecturas. Sé que en estos días quizás sea algo no políticamente
muy correcto, y vendría mejor poner alguna historia más feliz y más navideña,
pero me parece que pueda ayudarnos a vivir con más profundidad estos días de
Navidad y a darnos cuenta de lo privilegiados que somos y de la suerte que
tienen nuestros hij@s por el mero hecho de haber nacido aquí en España. No todos
los niños tienen la dicha de jugar como ellos lo hacen, o de escribir una carta
a los Reyes Magos, o de ir a la escuela y poder disfrutar dentro de unos días de
unas semanas de vacaciones.
La pobreza extrema y la ausencia de
educación obligan a muchos niños a ganarse la vida extrayendo oro en las minas
de Camerún y de muchos otros países africanos. Aunque os parezca mentira la
pobreza extrema sigue golpeando a la infancia en el mundo. Son muchos los niños
que buscan oro, cobalto y otros muchos minerales en las minas de Camerún y de
muchos países de África.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) calcula que
más de un millón de niños de entre 5 y 17 años trabajan en minas
de oro de todo el mundo. En el este de Camerún, miles de niños pasan sus
días en minas improvisadas, arriesgando su salud por pequeñas cantidades de oro
que luego venden por una miseria en el mercado negro local. La mayoría de
estos niños nunca han ido a la escuela, sacrificando su educación por la
supervivencia de sus familias y perpetuando así un ciclo de pobreza. Es cierto
que son actividades difíciles de medir porque se hacen en la oscuridad y en la
ilegalidad. Son muchos los que trabajan de lunes a domingo para intentar
ganar algo de dinero con el que poder ayudar a sus familias o para poder ir al
colegio.
La Republica Democrática del Congo (RDC)
es un país situado en el centro de África, casi 5 veces mayor que España, que
posee todo tipo de minerales y en especial de minerales raros hoy muy buscados
para las nueves tecnologías de los teléfonos, tabletas, ordenadores, baterías de
coches eléctricos… Quizás hayáis oído hablar del Coltán o del Cobalto… la mayor
parte de las reservas mundiales de estos minerales estratégicos se encuentran
en este país, la RDC. A pesar de tantas riquezas es un país en donde parte de
la población sufre y vive día a día. Y lo que es más triste todavía es que muchas
de esas minas se explotan gracias a la mano de obra de niños y menores de edad.
Lo que es más triste todavía es saber que
grandes multinacionales como Apple,
Microsof, Dell, Alphabet y Tesla fueron denunciadas por la
organización de defensa de los derechos humanos International Rights Advocates
por ser cómplices del trabajo infantil y con acusaciones claras por
explotación y trabajo infantil. En el documento que esta organización internacional
presentó se denuncia que estos gigantes tecnológicos son cómplices en el uso de
fuerza de trabajo infantil en la extracción de cobalto que utilizan en sus
productos.
Según una ong que trabaja en Camerún los accidentes en estas minas artesanales
son habituales: entre 2014 y 2021al menos 157 niños y adultos se ahogaron o
fueron enterrados por deslizamientos de tierra en excavaciones abandonadas.
Y lo que es más curioso y que debemos conocer es que según el Informe
Transparencia de las Industrias Extractivas de 2017 de Camerún, se
contabilizaron 115 empresas dedicadas a la extracción de oro, el 95% de
propiedad extranjera, principalmente de China, Corea del Sur, Grecia y
Sudáfrica y el primer importador es Emiratos Árabes Unidos.
Quiero acabar con estas palabras que el papa Francisco escribía hace 8 años en su encíclica Evangelii Gaudium, la Alegría del Evangelio, y que siguen siendo muy actuales:
La dignidad de cada persona humana y el
bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica,
pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un
discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo
integral. ¡Cuántas palabras se han vuelto molestas para este sistema! Molesta
que se hable de ética, molesta que se hable de solidaridad mundial, molesta que
se hable de distribución de los bienes, molesta que se hable de preservar las
fuentes de trabajo, molesta que se hable de la dignidad de los débiles, molesta
que se hable de un Dios que exige un compromiso por la justicia. Otras veces
sucede que estas palabras se vuelven objeto de un manoseo oportunista que las
deshonra. La cómoda indiferencia ante estas cuestiones vacía nuestra vida y
nuestras palabras de todo significado. Evangelii Gaudium n.203.
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