Viernes 18 de Octubre 2019
Visita de periodistas de la Cope y enriquecedoras
experiencias misioneras.
Como os decía en los últimos ecos, hace un par
de semanas tuve la suerte de poder acompañar a
Ángel Expósito, Belén Montes y
Rubén Corral, tres grandes periodistas de la COPE, enviados por las OMP,
que vinieron aquí a hacer un fin de semana maratoniano a primeros de octubre.
El motivo era tocar la realidad de la misión con las manos y ver de cerca el
trabajo que los misioneros realizamos por aquí, en concreto en los alrededores
de Yaundé, capital de Camerún. Paula Rivas, encargada de prensa de las OMP de
Madrid, había preparado un programa muy intenso pero muy interesante y que
pudimos respetar muy bien, a pesar de varios atascos, muy frecuentes en esta
ciudad, en los que nos vimos involucrados y que nos permitieron poder
contemplar la ciudad desde el coche a paso humano.
Para mi fueron dos días de gracia pues me permitieron
conocer de cerca estos grandes profesionales del periodismo: Ángel, Belén y
Rubén, (hay que poner las mujeres en medio para que no se sientan olvidadas y
dejadas para lo último. Aunque tengo que decir que el ambiente entre ellos tres
y las bromas que se hacían, mostraba que se conocían, estimaban y querían mucho).
Pero sobre todo me ha permitido descubrir y tocar con la mano la labor que
hacen muchos misioneros aquí y que gracias a las visitas de ese fin de semana
he podido descubrir.
El sábado comenzamos con la visita al “foyer de esperance”, “hogar de le
esperanza”, un centro de acogida-escucha-acompañamiento de niños de la calle
que es dirigido por Alfonso Ruiz, un
jesuita riojano de Arnedo, pues
queda cerca de mi pueblo. Como anécdota hace unos años recibió un contenedor de
zapatos y zapatillas de su pueblo, el pueblo del calzado, y eso permitió que
todos los niños de la calle de Yaundé estuvieran bien calzados durante un
tiempo. Alfonso fue misionero primero en Chad, durante muchos años, creo que más
de 20, y desde hace unos 15 está al carga de este hogar. Es una realidad muy
triste el ver en muchos de los cruces del centro de la ciudad montones de niños
que viven pidiendo, o haciendo pequeños trabajillos, muchas veces con una
bolsica de plástico que suelen poner en su boca, en donde hay cola o pegamento
que respiran para atontarse y emborracharse. Hace 2 años participé a un
encuentro en el que el hogar presentó una encuesta que acababan de realizar
para conocer mejor esta realidad de la calle y una de las conclusiones era que aquí
en la calle de Yaundé había unos 3.000 niños, también algunas niñas pero más
niños. Uno se pregunta cómo han llegado ahí, como sus familias se desentienden,
que ha ocurrido para que pierdan toda relación con su familia y seres queridos…
Muchas preguntas y pocas respuestas. Alfonso y todos los que trabajan en el
hogar intentan acercarse a estos niños, acogerlos, ofrecerles atención, amor,
además de un plato de comida y de la posibilidad de lavar sus ropas. Los que
quieren se quedan en este hogar con la intención de restablecer la relación con
sus familias y poder reintegrarlos en ellas y de dejar la calle. No es fácil
pero es su lucha y su pasión.
De ahí, de la colina de Mvolye, en donde esta
este centro, fuimos con Alfonso al “Arche
de Noé”, “el Arca de Noé”, otro centro para niños y jóvenes justo detrás de
la cárcel central de Yaundé. En ese centro se acoge a jóvenes que han estado en
la cárcel y a los que se ayuda para poder tener una integración laboral o
aprender algún oficio. También allí se abre el centro a los niños de la calle
como centro de escucha y de seguimiento. Ese día sábado había muchos críos en
principio chavales como todos los demás, pero que viven con la violencia y el
espíritu de supervivencia dentro de ellos. Nos pusimos a jugar un poco a
futbolín pero sin darnos cuenta algo paso y se pusieron a pelear entre 2 y uno
de ellos le metió una patada al otro que estaba en el suelo que nos dejó a
todos con dolor y sorprendidos. Es lo que viven fuera pues allí es la ley del
más fuerte y de la supervivencia.
A media mañana retomamos el camino y fuimos a
ver al nuncio, el representante del papa en Camerún. Pasamos delante de la
prisión central de Nkondegui, en donde trabajan también bastantes misioneros
como luego veremos. Un lugar pequeño y lúgubre, hecho para 700 u 800 presos
pero que alberga a más de 5.500, la mayoría hacinados como ratas. Qué contraste
la de ese lugar de la cárcel y esos barrios populares con la montaña desde la
que se observa todo Yaundé en donde está situada la nunciatura. El nuncio, Julio Murat, curiosamente es un
turco, y lleva aquí poco más de un año. Hombre discreto, pero buen conocedor de
la realidad que se vive en el país y en la iglesia. Él nos informó sobre todo
del trabajo que los misioneros hacen en los lugares más inaccesibles, sin hacer
ruido, y al mismo tiempo quiso agradecer a las OPM de España por la gran ayuda
que él recibe para ayudar a los misioneros y a las distintas diócesis de este
país. Había una vista panorámica e idílica de la ciudad, que veréis en las
fotos, pero él nos dijo que de cerca esta realidad era muy distinta. Y así fue
pues bajando de allí para ir a ver a Carmen Vallejo religiosa calasancia, de Bilbao por si fuera poco, tuvimos que atravesar la
ciudad y estuvimos detenidos en un atasco en un barrio en donde la pobreza y la
precariedad se veían desde muy cerca.
Carmen
Vallejo colabora
en la cárcel dando clase de español a los menores y acompañándolos en su deseo
de salir de allí y de obtener un diploma que les pueda hacer cambiar de vida.
Ella nos habló de las condiciones en las que se vivía dentro de la cárcel, del
hacinamiento, de la ausencia de todo lo que nos parece básico para vivir, de
las condiciones de higiene, salud, alimentación… y a pesar de eso hay un
grupico de jóvenes que querían estudiar y han aprovechado de este tiempo de
infierno para obtener un diploma que les puede ayudar en la reinserción cuando
salgan de allí. Estaba orgullosa de ver que este año había habido varios que lo
habían conseguido gracias en parte a su colaboración. En esa misma comunidad
encontramos a Pura que nos habló de
lo que sus hermanas están haciendo en Bamenda, la capital de la región
anglófona en donde desde hace 3 años hay conflictos muy violentos. Las hermanas
tienen un centro en donde se enseña costura a las mujeres para poder ganarse la
vida, y entre las que aprovechan de la formación hay unas cuantas con
minusvalía física o mental, pero esto les permite hacerse valer y colaborar un
poco en las necesidades de la familia, un pequeño o gran milagro en medio de la
inseguridad y de los problemas.
De allí fuimos a ver a Josep María Sabé, salesiano y catalán de pura cepa. Lleva
bastantes años aquí en Camerún y ahora es el responsable de su comunidad en
donde se ocupas de una parroquia, un colegio, un centro de formación
profesional y un centro juvenil. Como veis no hay mucho tiempo para perder. Es
un oasis de paz y de alegría en medio del barrio y allí vimos jóvenes y niños
jugando a futbol y a baloncesto, otros bailando el hip-hop, otros celebrando
una fiestica. En estos barrios en donde no hay ninguna infraestructura de ocio
ni de deporte os aseguro que esto es el paraíso. Con él visitamos el colegio y
el centro de formación profesional con una carpintería chulísima y en donde,
sin duda alguna, se forman estupendos profesionales. Los proyectos no le faltan
ni las ganas tampoco y es así que sigue haciendo vivo el carisma de don Bosco
de estar con los jóvenes y de evangelizarlos aprovechando de todo, sobre todo
del ocio y del tiempo libre.
Como veis el día dio para mucho, y eso son
contar el tiempo invertido en los desplazamientos, pero el programa no se
acababa allí, por la noche tenían cita en casa del embajador de España en Camerún,
Ramón María Moreno González que
estaba con su secretario Pablo Moreno, coincidencias de
apellidos pero en realidad no son familia. Ambos hablaron con gran estima y un cariño
muy grande hacia la vida y el trabajo de los misioneros. Con ellos aprendí
cosas sobre la vida de este país, ya que ellos se mueven en el mundo de la
diplomacia y conocen asuntos que nosotros ignoramos. Como veis todo encuentro
es enriquecedor y nos aporta muchas cosas.
Al día
siguiente Ángel, Belén y Rubén vinieron a nuestra parroquia “Jesús el buen Pastor” y me encontraron
celebrando la misa que comenzamos a las 6h30 y que acabó hacia las 8h30. Se
dieron cuenta de cómo se vive la fe por estos lugares y de nuestras
celebraciones festivas y alegres. Les gustó mucho la coral de niños que anima
la misa de niños a las 9h30. Y después de un café rápido tomamos el camino
hacia Bikop, para encontrar varias
religiosas Esclavas del Sagrado Corazón
de Jesús que dirigen y gestionan un hospital maravilloso en medio de la
selva. Unos 65 km, los 50 primeros con una de las mejores carreteras del país,
sin ningún agujero ni socavón y los últimos 15 por una pista sin ni siquiera
una sola señal. Menos mal que preguntando dicen que se llega a Roma y ese día
llegamos también a Bikop. Nunca había estado allí, había oído y conocía a las
hermanas pero descubrir ese hospital y su casa en medio de la nada fue una
verdadera aparición y todo un milagro. Allí descubrimos a Ana Gutiérrez, una santanderina que lleva allí 11 años. Es médico y
dirige el hospital que las hermanas han construido y en donde están desde hace
53 años. El sitio es paradisiaco y por si fuera poco con el toque femenino y de
las religiosas que hace todo más bello. Ella nos habló de la situación sanitaria
tan precaria y de todo lo que ellas hacen para dar vida a todos los que se
acercan de ellas y de su hospital y vida en plenitud, como nos dice Jesús en su
evangelio (Jn 10,10). Su hospital es el 1º fuera de la capital que sigue a los
enfermos de SIDA y distribuye los antiretrovirales, medicamentos para que el
Sida sea una enfermedad crónica y no mate. Según sus encuestas el 10% de la
población está infectada con esta enfermedad lo que hace que más de 2 millones
de personas sufran de esta enfermedad. Ante tantos desafíos, problemas y
dificultades uno puede sentirse superado y abandonar, en cambio en Ana vimos la
fuerza de esta mujer que no se rinde y que sabe llevar todo con una gran
sonrisa y una gran serenidad. Sin duda que es en la oración y en la adoracion
ante el Señor, en donde ellas encuentran las fuerzas necesarias.
Junto a ella estaba Aurelia, una cordobesa muy simpática y con un acento muy de allí.
Ella lleva casi 50 años en África primero en Congo, en donde vivió experiencias
de mucha tensión, y luego aquí en Camerún. Ella trabaja también en el hospital
como enfermera con una profesionalidad enorme a causa de tantos años de
experiencia. Junto a ellas dos estuvimos con otras hermanas de Congo y de
Estados Unidos aunque de origen coreano que nos recibieron en su casa con
sencillez pero con mucho cariño y siempre con ese toque femenino que sola ellas
saben tener.
De allí hicimos el camino de regreso, esta
vez acompañados por una lluvia no muy fuerte pero que convierte el camino de
tierra en un terreno resbaladizo y no fácil para circular. El señor quiso nos
cayera una lluvia diluviana cuando ya estábamos circulando en el tramo de
esafalto, y de allí llegamos a Nkolbisson, pasando de nuevo por un atasco
monstruoso. En la colina de Nkolbisson, que significa literalmente la colina de
las hormigas, están los Hermanos de la Sagrada Familia y encontramos a Emilio Berbel, granadino
de nacimiento y catalán de adopción, y
a José María Juanpere Domínguez,
este si catalán 100%. Ellos nos presentaron su trabajo primero de formación y
acompañamiento de jóvenes que quieren ser misioneros, este año tienen 10
chavales de varios países de África, también se ocupan de la dirección y del
seguimiento pastoral de un gran colegio de infantil y primaria con más de 1.500
alumnos de entre 3 y 12 años. Coordinan las actividades que la ong de su
congregación hace sobre todo en becas y ayudas escolares, y por si fuera poco
en los veranos acogen a grupos de jóvenes que vienen a hacer un campo de
trabajo aquí con ellos
El tiempo iba pasando y debíamos atravesar
toda la ciudad para ir a encontrar a los misioneros
Identes, así que no pudimos disfrutar demasiado de su agradable compañía.
Allí encontramos una comunidad de dos españoles Efren Blanco y José Manuel Ballesteros ,y de otros
dos hispanoparlantes, una francesa Anne
Daban y otra ecuatoriana Berta Caiza,
todos ellos misioneros identes la mayoría con muchos años de presencia aquí en Camerún,
alguno hasta 24. Ellos nos hicieron conocer su hermoso trabajo que hacen en la
parroquia que se les ha confiado en plena zona universitaria con miles de jóvenes.
Los jóvenes son más o menos el 50 % de la población de Camerún y ellos han
apostado también por el trabajo de educación, formación y acompañamiento con
estos jóvenes. Todo un gran desafío. Y por si eso fuera poco descubrimos que también
se ocupan de un centro de formación profesional sobre todo de costura en donde
muchas de las mujeres que participan son musulmanas. Como veis otro gran
milagro y otro ejemplo de colaboración y de integración.
Es así que llegamos casi a las 8 de la tarde,
con el tiempo justo para llevarlos al hotel, que se dieran una ducha y
acompañarlos al aeropuerto para regresar a Madrid. Creo que se fueron un poco
fundidos pero contentos por todo lo visto y vivido. Para mí también fueron dos días
intenso pero de gracia y más en este Mes
Extraordinario de la Misión, pues he podido tocar de cerca y ver algo de lo
que muchos compañeros y compañeras misioneros están haciendo de un modo callado
y sin bombo ni pandereta, pero que son milagros cotidianos de los que se habla
poco. Todo esto hecho con mucho amor y entrega. Ojala estos ejemplos se
multipliquen.
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