domingo, 18 de mayo de 2025

ECOS DE LA SABANA nº 276: CON MOTIVO DE LA ELECCION DEL PAPA LEÓN XIV


Domingo   25 de mayo 2025

Con motivo de la elección del Papa León XIV

La tristeza por la partida del Papa Francisco fue pronto superada por la alegría por la elección del nuevo Papa, León XIV. Todos hemos tenido la oportunidad de darnos cuenta de que esta elección la hicieron los cardenales pero ya la había hecho el Espíritu Santo. La velocidad de la votación y la impresión de que el nuevo elegido era exactamente lo que se necesitaba en ese momento de la historia me dejaron a mí -pero creo que también a muchos otros- con la certeza de que la Iglesia no es un club occidental, sino el pueblo universal del Dios vivo, fundado por Jesús y guiado por el Espíritu del Resucitado. La figura del nuevo Papa ocupó y llenó inmediatamente el escenario que había quedado vacío y, en cierto sentido, inllenable por la fuerte personalidad del Papa Francisco, que parecía no poder ser reemplazado adecuadamente.

El Espíritu Santo ha trastornado y desbaratado todas las predicciones hechas antes del cónclave. No tengo nada en contra de los diversos “papables” que la prensa ha presentado en las últimas semanas, pero que ya habían sido aireados por un exceso de deseo de información incluso antes de que Francisco dejara este mundo. Así fue bien y quedó claro lo que dijo el obispo de Como en un mensaje a la diócesis el día antes de entrar en el cónclave: El Espíritu Santo ya ha elegido al nuevo Papa y a nosotros sólo nos corresponde identificarlo entre los cardenales reunidos en oración y discernimiento en la Capilla Sixtina.

La primera aparición del Papa Prevost en la tarde del 8 de mayo nos hizo comprender que el obispo de Roma y sucesor de Pedro es la piedra angular de la Iglesia, esa piedra necesaria que da plenitud y solidez a la construcción de la Iglesia que Jesús construyó con su sacrificio pascual. El Papa tiene el carisma irreemplazable de unificar y dar forma a la Iglesia que, gracias a él, permanece y crece compacta y sólida.

Pienso en la alegría de los cristianos latinoamericanos, y especialmente de los peruanos, al ver a un obispo y misionero que trabajó en esa tierra tomar el lugar de San Pedro, a la cabeza y al corazón de la Iglesia. Pero también quiero expresar y subrayar la alegría de nosotros los misioneros que hemos visto a alguien como nosotros que vivió la misión en una región necesitada de evangelización y la presencia de misioneros venidos de fuera para trabajar en la construcción de la comunidad cristiana y humana, que pasó años en la reunión del pueblo de Dios entre quienes testimonió el amor de Dios y la llamada de la gracia a aquellas poblaciones necesitadas de obreros del Evangelio.

Confieso que oír que el Papa León fue misionero durante años, verlo entre los pueblos andinos, con los pies en el agua y el barro, verlo montar a caballo no para un espectáculo hípico o para ser inmortalizado como un vaquero tejano, sino para llegar a poblaciones lejanas, fue para mí, misionero, un gran consuelo. Fue desde un punto de vista personal, porque me hizo revivir los años pasados ​​en misión por caminos que eran caminos de cabras llenos de piedras y baches en jornadas cansadas e incómodas para llegar a los fieles y a los no fieles y llevarles el amor de Jesús; pero también desde un punto de vista eclesial y formativo, porque vi en ello una confirmación de lo que a menudo se dice en los ambientes de formación del clero de nuestras antiguas iglesias: si los futuros ministros ordenados pudieran tener todos una experiencia significativa -no sólo turística o cultural- en el ambiente no cristiano de la misión, ¡cuánto ganaría su preparación y, en última instancia, también su credibilidad apostólica! Podrían realizar la primera y fundamental dimensión del ministerio eclesial. Crecería la alegría de la evangelización y la conciencia de ser verdaderamente servidores de la fe y de la humanidad. Nada mejor que esta experiencia para construir esas actitudes de cercanía, compasión y ternura que el Papa Francisco ha recomendado en todos los sentidos y en todos los tonos como estilo de la Iglesia en nuestro mundo.

¡Ad multos annos, Papa León, y muchas gracias por aceptar este ministerio!

 P. Gabriele Ferrari sx

 

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