No hay que tenerle miedo a la diversidad de carismas en la Iglesia. Al contrario, hay que alegrarse de vivir esta diversidad.
Ya en las primeras comunidades cristianas, diversidad y unidad estaban muy
presentes y en una tensión que debe resolverse en un plano superior.
Más aún. Para avanzar por el camino de la fe necesitamos también el diálogo
ecuménico con los hermanos y hermanas de otras confesiones y comunidades
cristianas.
No como algo que confunde o que molesta, sino como un regalo que Dios hace a la
comunidad cristiana para que crezca como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo.
Pensemos, por ejemplo, en las Iglesias Orientales. Tienen unas tradiciones
propias, unos ritos litúrgicos característicos, pero mantienen la unidad de la
fe. La refuerzan, no la dividen.
Si nos guiamos por el Espíritu Santo, la riqueza, la variedad, la diversidad
nunca provocan un conflicto.
El Espíritu nos recuerda que ante todo somos hijos amados de Dios. Todos
iguales en el amor de Dios y todos diferentes.
Oremos al Espíritu Santo para que nos ayude a reconocer el don de los
diferentes carismas dentro de las comunidades cristianas y a descubrir la
riqueza de las diferentes tradiciones rituales dentro de la Iglesia Católica. Papa Francisco – ENERO
2024
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