Ante los abusos, especialmente los cometidos por miembros de la Iglesia, no basta pedir perdón.
Pedir perdón es necesario, pero no basta. Pedir perdón es bueno para las
víctimas, pero son ellas las que tienen que estar “en el centro” de todo.
Su dolor, sus daños psicológicos pueden empezar a sanar si encuentran
respuestas; acciones concretas para reparar los horrores que han sufrido y
prevenir que no se repitan.
La Iglesia no puede tratar de esconder la tragedia de los abusos, sean del tipo
que sean. Tampoco cuando los abusos se dan en las familias, en los clubs, en
otro tipo de instituciones.
La Iglesia tiene que ser un ejemplo para ayudar a resolverlos, sacarlos a la
luz en la sociedad y en las familias.
Es la Iglesia la que tiene que ofrecer espacios seguros para escuchar a las
víctimas, acompañarlas psicológicamente y protegerlas.
Oremos por los que sufren a causa del mal recibido por parte de los miembros de
la comunidad eclesial: para que encuentren en la misma Iglesia una respuesta
concreta a su dolor y a su sufrimiento. Papa Francisco
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