lunes, 16 de noviembre de 2020

ECOS DE LA SABANA nº 113


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Lunes 16 noviembre 2020 
Barça o Barçakh, Barcelona o el infierno.

En estas últimas semanas además de las medidas sobre la movilidad impuestas para frenar el número de los contagios, enfermos y fallecidos por corona virus casi todos los días hemos visto la llegada masiva de cayucos a las islas Canarias con cientos de inmigrantes. Hemos sido testigos en directo de los que han fallecido en el intento por llegar al “paraíso”, en nuestras costas y en las costas de Libia. Un drama silencioso y una pandemia con muchísimas victimas silenciosas.

Estando aquí sabemos que la situación actual de nuestro país es muy difícil, no hay trabajo y muchas personas y familias sobreviven gracias a las ayudas que reciben de parte del gobierno así como de Caritas y de tantas asociaciones caritativas. Pero allí en África, os lo digo por experiencia propia, muchos siguen mirando hacia aquí como la solución a todos los problemas y el lograr cruzar el estrecho con tan solo 14 km o llegar a Canarias con a veces 100, 400 y hasta 800 km de distancia, según desde donde salgan, es para muchos un sueño y visto como posibilidad de entrar en el paraíso.  

Según un periódico canario que acabo de ver esta mañana, entre el pasado 15 de octubre y ayer domingo 15 de noviembre, se ha duplicado el número de inmigrantes llegados a las islas en todo el año. Hasta mediados del pasado mes eran 8.102 los que habían alcanzado el archipiélago y, desde entonces, la cifra se elevaría ya a las 17.411 personas.

Los cayucos con todos esos inmigrantes que llegan a nuestras costas son la alarma social que nos recuerda la situación dramática que África está viviendo y que soportan muchos africanos. Daros cuenta que con solo cruzar al otro lado del mar una madre logra añadir 30 años a la esperanza de vida de su hijo, que en Camerún y en Chad ronda los 53 años.

Ayer el papa Francisco nos invitaba a celebrar la IV Jornada Mundial de los Pobres, con el lema Tiende tu mano al pobre” (Si 7,32). Y en su mensaje el papa nos recordaba como la pobreza siempre asume rostros diferentes, que requieren una atención especial en cada situación particular; en cada una de ellas podemos encontrar a Jesús, el Señor, que nos reveló estar presente en sus hermanos más débiles como veremos en el evangelio del domingo que viene (cf. Mt 25,40).

Como decía más arriba, estamos viviendo tiempos muy difíciles aquí con esta pandemia, pero el papa nos recuerda que con el gesto de tender la mano mostramos que existe en cada uno de nosotros la capacidad de realizar gestos que dan sentido a la vida. Y ¡Cuántas manos tendidas se ven cada día! Lamentablemente, las malas noticias son tan abundantes en las páginas de los periódicos, en los sitios de internet y en las pantallas de televisión, que nos convencen que el mal reina soberano. No es así. Es verdad que está siempre presente la maldad y la violencia, el abuso y la corrupción, pero la vida está entretejida de actos de respeto y generosidad que no sólo compensan el mal, sino que nos empujan a ir más allá y a estar llenos de esperanza. En estos meses, en los que el mundo entero ha estado como abrumado por un virus que ha traído dolor y muerte, desaliento y desconcierto, ¡cuántas manos tendidas hemos podido ver! La mano tendida del médico que se preocupa por cada paciente tratando de encontrar el remedio adecuado. La mano tendida de la enfermera y del enfermero que, mucho más allá de sus horas de trabajo, permanecen para cuidar a los enfermos. La mano tendida del que trabaja en la administración y proporciona los medios para salvar el mayor número posible de vidas. La mano tendida del farmacéutico, quién está expuesto a tantas peticiones en un contacto arriesgado con la gente. La mano tendida del sacerdote que bendice con el corazón desgarrado. La mano tendida del voluntario que socorre a los que viven en la calle y a los que, a pesar de tener un techo, no tienen comida. La mano tendida de hombres y mujeres que trabajan para proporcionar servicios esenciales y seguridad. Y otras manos tendidas que podríamos describir hasta componer una letanía de buenas obras. Este es un tiempo favorable para «volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos una responsabilidad por los demás y por el mundo. “Tiende la mano al pobre” es, por lo tanto, una invitación a la responsabilidad y un compromiso directo de todos aquellos que se sienten parte del mismo destino. Es una llamada a llevar las cargas de los más débiles, la Palabra de Dios nunca nos deja tranquilos y continúa estimulándonos al bien. Nos estimula a llevar una vida más atenta a quien es más pobre y no ha tenido las mismas posibilidades que nosotros.

            Precisamente me impresionaron las imágenes que vimos el sábado en las noticias uno de los inmigrantes que llegó a Canarias era de Senegal y mostró un papel en el que había escrito: “Barça o Barçakh”. Todos, incluso los menos aficionados al futbol entendemos la 1ª palabra, mientras que la 2ª es una palabra en wolof, uno de los idiomas de Senegal que significa, infierno, más allá o muerte. Así que ya veis el dilema y la tragedia que esconden estas dos palabras, “Barcelona o Europa o por lo contrario el infierno o la muerte”. Por eso muchos son los jóvenes, las madres con hijos y los que no dudan en arriesgar su vida para como ellos dicen “dejar la muerte para encontrar la vida”.  



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