lunes, 11 de julio de 2016

Ecos de la Sabana - nº 51


Jueves 7 de Julio 2016
Testigos de la vida en medio de la violencia.
            Es cierto que hace ya mucho que no escribo y alguno puede pensar que los ecos se han silenciado. Os aseguro que no es por ganas de escribir ni por experiencias y vivencias que compartir, sino por falta de tiempo. Es cierto que yo también soy de los que creo que uno encuentra el tiempo para lo que quiere y le gusta de verdad, pero estos meses han sido muy ajetreados y entre las muchas cosas que hacer había que elegir las más urgentes, asique los ecos los he dejado un poco de lado.
            La fecha en la que escribo es muy significativa, sobre todo para un navarro como yo, pero tranquilos que no os voy a hablar ni de los sanfermines, ni de los encierros, ni del ascenso del Osasuna a 1ª división. Seguro que con más de uno de vosotros nos encontraremos en este verano y podremos hablar cara a cara, pues esta tarde tomo el avión para ir a España y poder disfrutar de un par de meses de vacaciones y de la presencia de la familia.
            Esta vez no son ecos de la sabana ni de Camerún, ahora cuando os escribo estoy en el centro de África en un país pequeñito llamado Burundi. Aquí llegamos, pues éramos cuatro de Camerún, el jueves pasado, no sin contratiempos ni sin dificultades. De hecho cuando estábamos en Nairobi, capital de Kenia para cambiar de avión, no nos dejaban tomar el avión. Teníamos una carta de invitación de nuestro compañero javeriano y superior aquí en Burundi, pero nada de nada. Necesitábamos un documento de la policía de Burundi con el que podríamos hacer el visto a nuestra llegada a Bujumbura. Como os digo éramos cuatro y ahí estuvimos insistiendo y empujando. Solo cinco minutos antes de que el avión despegara nos dejaron pasar y luego fue gracias a Mario, nuestro compañero superior de Burundi, que en Burundi pudimos obtener el visto que también ellos rechazaban. Eso os hace comprender ya un poco la situación que se vive en este país.
            Creo que los que escucháis las noticias estáis un poco al corriente de la situación de violencia que se vive en este país. El actual presidente ha cambiado la constitución para poder ser reelegido de nuevo como presidente, cargo que ocupa desde hace más de diez años. Ha habido muchas protestas contra su posición y la respuesta ha sido de una violencia muy grande. Muchas personas detenidas, muchos muertos, algunos encontrados en los bordes de las calles a la mañana pero otros muchos, no se sabe cuántos enterrados a escondidas en fosas comunes que se conocen pero que nadie puede aproximarse bajo peligro de muerte. Hablan de unas 200.000 personas que han tenido que irse del país por miedo a la muerte o la cárcel. De hecho toda persona contraria al presidente es un presunto enemigo que puede ser detenido, encarcelado o matado. De varias personas que hemos encontrado y no doy nombres hemos oído las mismas o parecidas palabras: hay mucho MIEDO y por todos los sitios hay ESPIAS que pueden grabar o fotografiar cualquier cosa que uno dice.
            Algunos os preguntareis que es que lo que he venido a hacer a este país en situación de tensión y de violencia. El motivo del viaje era un encuentro que hemos tenido durante cinco días un grupo de catorce javerianos para revisar los métodos y el trabajo que estamos haciendo en Burundi, en Congo RDC y en Camerún en el campo de la formación de los futuros misioneros javerianos. Han sido días de reunión y de encuentro sin casi tregua, pero para eso hemos venido.
            Nosotros llegamos el jueves y al día siguiente un compañero nos acompañó para visitar las familias de dos jóvenes que están haciendo su formación en Yaundé. Fue bonito el conocer en donde viven, pasar un rato con sus familias, traerles alguna carta y contarles como estaban sus hijos y hermanos. Además tuvimos que poner a prueba nuestro estomago pues en cada familia nos ofrecieron un plato impresionante que veréis en las fotos con alubias, arroz, plátanos cocidos y algún pedacillo de carne. Pero claro está no se podía decir que no, ni mucho menos. Tuvimos la suerte que cerca de una de las casas estaba el lugar en donde un explorador alemán hace ya muchos años descubrió el nacimiento más meridional del rio Nilo. Ya veis que sin quererlo ni saberlo el Señor nos hace conocer grandes cosas.
  Otros dos compañeros acompañados por Mario fueron a visitar las tumbas de dos de nuestros hermanos que fueron asesinados el 30 de septiembre de 1995 junto a una voluntaria laica javeriana. Mario, el actual superior de todos los javerianos que trabajan en Burundi nos decía que la vida misionera de los javerianos y de la iglesia en Burundi en los últimos 30 años está atravesada por un hilo rojo de sangre. Los padres Ottorino y Aldo llegaron a Burundi en 1970, la laica Catina lo hizo unos años más tarde, apenas ordenados sacerdotes con muchas ilusiones, proyectos y esperanzas, y desde el principio se metieron a fondo en el estudio del idioma kirundi, en la cercanía con la gente y en el trabajo misionero. Pero fueron cobardemente asesinados de rodillas y con un balazo en la cabeza la tarde del 7 de septiembre de 1995. El motivo haber decidido quedarse en medio de su gente en unos años de mucha violencia y de sufrimiento después de varios genocidios que allí se vivieron comenzando en 1972 con la muerte de unas 300.000 personas y en 1993 después del asesinato del presidente Melchior Ndadaye  que provoco de nuevo un genocidio con más de 100.000 muertos y muchísimos refugiados. Si hay algo por lo que se les acusaba y perseguía era por ser testigos de la justicia en medio de tantas injusticias y sembradores de la paz en medio de tantas violencias. Junto a ellos han sido muchos los muertos y los mártires de la fe. Los más cercanos de nosotros han sido Olga, Lucia y Bernadetta, tres misioneras javerianas con una edad ya muy avanzada que habían dado todo a la misión y a África en donde habían derrochado hasta su última gota, y estas fueron de nuevo vilmente asesinadas, antes de ser torturadas el 7 de septiembre de 2014. Ellas vivían junto a nuestros compañeros en una de nuestras parroquias situada en un barrio periférico de Bujumbura llamado Kamenge. Las tres murieron decapitadas, al parecer después de haber hecho algún rito macabro e incluso satánico con sus cuerpos. De nuevo la violencia atroz frente a unas abuelas indefensas y portadoras de misericordia.      
            La casa de las hermanas en donde fueron encontradas decapitadas ha sido transformada en una capilla llamada el santuario de la paz y de la reconciliación. Es allí en donde comenzamos nuestra reunión de formadores el sábado con un momento de retiro y de oración. De verdad que es un lugar en donde se siente algo. Han demolido los muros para hacer una gran capilla y han conservado justo una fila de ladrillos delante de la que era la habitación de Olga, de Lucia y de Bernadetta en donde fueron asesinadas. Para nosotros ha sido un motivo de oración profunda, de reconciliación entre nosotros y de petición de paz y reconciliación para este país que sigue sufriendo tanto.
San Ireneo decía que “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Y así es, desde hace unos años los jóvenes que llaman a nuestras puertas para ser misioneros en varios países de África son muy numerosos. Este era uno de los motivos de nuestra reunión, el mirar, reflexionar, y buscar caminos para acompañar bien a estos jóvenes que quieren dar sus vidas a Cristo para la misión. Es cierto que en medio de tanta violencia y pobreza hay que intentar tener criterios y modos de discernimiento serios para que la vocación misionera no sea una evasión en búsqueda de una vida mejor. Como veis no es una tarea fácil la nuestra, aunque bien sabemos que no es solo ni en primer lugar nuestra tarea sino la tarea del Señor. A esta tarea también vosotros estáis asociados con la amistad y la oración.

            Como siempre os dejo con alguna fracesilla que he encontrado y que vale la pena recordar:




Tres actitudes de servicio.
Imaginemos a un grupo de montañeros que han salido a escalar un pico difícil, y vamos a  observarlos unas cuantas horas después de que han comenzado su empresa. Para entonces, es de suponer que el grupo se ha ya dividido en tres subgrupos.
-Los primeros están pesarosos de haber abandonado el refugio. Piensan que la fatiga y los  riesgos no guardan proporción con lo que les supondría la satisfacción de haber llegado a la cumbre. Deciden volverse.
-Hay otros que no se arrepienten de haber salido. Brilla el sol y el paisaje es maravilloso. ¿Qué  necesidad tienen de subir más arriba? Es mucho mejor disfrutar de la montaña desde aquí (en la amena pradera o en lo profundo del bosque). Y así, se recuestan en la hierba o exploran el entorno hasta que llegue la hora de atacar sus provisiones.
-Nos quedan los verdaderos montañeros; los que mantienen la mirada fija en las cumbres que han decidido coronar. Son los que continúan hacia adelante.
Los cansados, los hedonistas, los entusiastas. Tres tipos humanos. En el fondo de nosotros mismos, llevamos los gérmenes de los tres.
Teilhard de Chardin


SI...
Si la nota dijese: "Una nota no hace melodía...", no habría sinfonías.
Si una palabra dijese: "Una palabra no puede hacer una página...", no habría libros.
Si la piedra dijese: "Una piedra no puede levantar una pared...", no habría casas.
Si la gota de agua dijese: "Una gota de agua no puede formar un río...", no habría océanos.
'Si el grano de trigo dijese: "Un grano no puede sembrar un campo...", no habría cosechas.
Si el hombre dijese: "Un gesto de amor no puede ayudar a la humanidad...", no habría justicia,
ni paz, ni dignidad, ni felicidad sobre la tierra de los hombres.
García Salve



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