lunes, 25 de julio de 2022

ECOS DE LA SABANA nº 176

 

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Lunes 25 julio 2022
Casi nadie puede imaginar el camino que estas personas han hecho hasta encontrar la muerte en Melilla.

Después de la triste noticia de la muerte de tantos inocentes junto a la valla de Melilla ocurrida el viernes 24 de junio, ha habido muchísimas reacciones desde distintas asociaciones, colectivos y todo tipo de personas sensibilizadas sobre este tema. Aunque es cierto que para muchos ya es algo que ha pasado al olvido y de lo que no se acuerdan en absoluto. Me gustan las palabras de Santiago Agrelo, obispo emérito de Tánger que unos días después de lo sucedido decía: “el poder ha encontrado el modo para acallar las conciencias. Tiene recursos para eso y los utiliza. Lo ocurrido es lo que tenía que ocurrir, lo que las autoridades habían previsto que ocurriera. Nuestros estados no podrían matar impunemente si la desinformación no hubiera hecho de los emigrantes una amenaza para nuestra seguridad

No solo fue muy triste lo que ese día ocurrió, con el trato inhumano que muchos de esos inmigrantes recibieron, sino que quizás la gota que colmó el vaso fue el trato inhumano que esas víctimas recibieron tras esa masacre que podría haberse evitado. Lo normal sería haber identificado los cuerpos de las víctimas, haber practicado la autopsia a los fallecidos, intentando realizar una investigación independiente y fidedigna de lo que ese día ocurrió para luego intentar hacer la devolución de sus restos a sus familias. Pero las autoridades han querido esconder y silenciar el desastre que allí se vivió. Además testigos presenciales afirman que no todos fallecieron de forma inmediata en la estampida y agresión cuando intentaban hacer fuerza en ese paso fronterizo, sino que hubo varios que murieron horas después por falta de atención sanitaria, tras agonizar durante horas, desde las 8 y media de la mañana hasta el final de la tarde. Los agentes marroquís los maniataron y apilaron durante horas sin atención sanitaria ni servicios de emergencia.

Está claro que estas personas han perdido la vida por anhelar una vida mejor en Europa. Llevaban meses o años de camino, viviendo en condiciones infrahumanas, pasando frio, calor, sed, hambre y todo tipo de calamidades que podamos imaginar. Se escapaban de situaciones de violencia, guerra, persecución que ni siquiera imaginamos. Y han muerto golpeados y maltratados como animales, con el sueño y la esperanza de encontrar en España y en Europa, el paraíso que les alejara de la guerra, de la pobreza, de los efectos del cambio climático y del hambre.

Parece ser que en su mayoría eran de nacionalidad sudanesa. Esto quizás para muchos de vosotros no quiera decir muchas cosas. Sudan es un enorme país situado en el este del continente africano que limita con Egipto al norte, con el mar Rojo, Eritrea y Etiopia al este, con la República Centroafricana al sur y con Chad y Libia al oeste. Un país que se dividió en dos en 2011, dando origen al país soberano más joven del mundo llamado SUDAN DEL SUR. Sudan lleva muchos años en guerra interna y en 2019 hubo un golpe de estado que derrocó al presidente Omar al-Bashir, acusado de muchos crímenes, pero allí se sigue con un sistema de miedo y represión.  También Sudan del Sur ha estado en guerra civil desde 2013 y es uno de los países considerado Estado Fallido o Estado Frágil. Estos dos países son ricos en recursos naturales, sobre todo petróleo y minerales, explotados por China, Japón, India y grandes multinacionales, pero son dos países inmersos en una grave crisis social.

Esta situación hace que muchas personas busquen la emigración como única salida en busca de un futuro mejor. Recorriendo para ello miles de kilómetros hasta llegar al norte de África, Argelia, Libia y ahora Marruecos, para cruzar a Europa por tierra o mar. Según miembros de la ong, Médicos Sin Fronteras presentes en esos países, una media de 2.000 personas al mes, son abandonadas en medio del desierto en la frontera entre Argelia y Níger, en un lugar llamado “punto cero” a 15 kilómetros de la ciudad de Asamaka. La mayoría de estas personas que recibieron atención médica afirman haber sido objeto de violencia y de todo tipo de actos denigrantes por parte de los guardias argelinos y libios. Muchos afirman que han vivido un infierno en ese camino de devolución a Níger.

Como esa ruta se ha vuelto muy peligrosa, los traficantes buscan nuevas rutas para evitar los controles, pero alargan los caminos recorridos por esas zonas desérticas haciéndolas muy peligrosas.

Como veis el intento del salto de la valla de Melilla es solo la punta del iceberg que tanto sufrimiento, muerte y traumas de todo tipo está ocasionando en esta gente que huye de la guerra, de la pobreza, de la violencia. Me parece que no podemos seguir ignorando esta situación y seguir pensando que el problema se resolverá solo.


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