viernes, 29 de enero de 2021

FOTOS Y VIDEOS DE ECOS nº 118

 


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ECOS DE LA SABANA nº 118

Sábado 30 Enero 2021

Ser como el sembrador y el samaritano.

Nací el 23 de diciembre de 1981 en la Isla de la Palma (Canarias). Desde pequeño, me educaron en la fe cristiana y con once años quise entrar en el seminario. Mis padres no estaban de acuerdo, pero al final respetaron mi decisión. Es a partir de ese momento que pude experimentar cómo la vocación crece en el silencio, en el trabajo… y gracias al buen hacer de quienes se encargan de nuestra formación. Los momentos de duda y crisis, especialmente cuando tenía dieciséis años, fueron también una ocasión para madurar y dar una respuesta más convencida a la llamada de Dios.

Cuando tenía diecinueve años empecé a plantearme la idea de ir de misiones. Dos eran las motivaciones de fondo: sentía un interés particular por dedicar mi vida al servicio de los más necesitados en África y quería vivir en comunidad (la idea de vivir solo no me gustaba). Durante este periodo de discernimiento conocí a los Misioneros Javerianos y en el 2003 dejé el seminario diocesano para continuar mi formación con ellos, primero en Madrid y después en Italia.

Abrazar la familia javeriana me permitió llegar con veinticinco años a Camerún. Allí permanecí nueve meses para hacer el periodo de introducción a la misión y aprender francés. Luego me destinaron al Chad, donde he hecho un primer periodo de ocho años. Después he estado en Roma, durante tres años, para hacer estudios islámicos y árabe. Y en octubre del año pasado he vuelto al Chad para formar parte de la nueva comunidad que los javerianos han abierto en el norte del país, en una zona que tiene más del 95% de musulmanes.

Nuestra misión en este país se basa en el anuncio de la Palabra de Dios, el seguimiento de las comunidades de base (CEB), las actividades sociales (escuelas, internados, centros culturales, bibliotecas, construcción de pozos…), el diálogo interreligioso… El misionero no es un héroe, es un hombre como cualquier otro. Intentamos responder a Dios y trabajar por los más necesitados lo mejor que podemos. Ello no quita que experimentemos momentos de dificultad y de frustración. En medio de las dificultades del camino, es la fe la que nos mantiene en la brecha. Es Dios el que nos sustenta con su Palabra y su amor para seguir siendo instrumentos en sus manos.

En África hay todavía mucha gente que no ha tenido nunca la ocasión de escuchar la Palabra de Dios. Aquí en donde vivimos, la cuestión de si Dios existe no se plantea, es obvia para todo el mundo. A nosotros nos toca ser como el sembrador de la parábola. ¡La gente tiene mucha sed de Dios! Nos toca también ser como el samaritano que atiende el más débil, que toca el sufrimiento del prójimo con sus propias manos. Es verdad que es más fácil hacer como el sacerdote y el levita, cerrar los ojos al sufrimiento del mundo. Pero en el fondo, siempre se experimenta que hay más felicidad en dar que en recibir.

Yo tengo un particular interés por el diálogo con los hermanos de religión musulmana. La Iglesia habla de cuatro tipos de diálogo: de vida, de las obras, espiritual y teológico. A mí me gusta recordar que no dialogamos con una religión, sino con creyentes de otra religión. Todo empieza con las relaciones cotidianas.

Desde que logramos tener un amigo musulmán, muchos prejuicios desaparecen y empezamos a ver la otra religión de otra manera. Todo esto no quiere decir que no haya dificultades. Pero a ejemplo de Jesucristo, que no tuvo miedo de acercarse al que era diferente (la samaritana, el leproso, el centurión romano…), también nosotros estamos invitados a tender la mano al hermano que es diferente. Samuel Huntington hablaba del choque de civilizaciones en nuestro mundo de hoy. A mí no me gusta la expresión. La ignorancia y el miedo están en la raíz de muchos de nuestros malentendidos e incomprensiones. En cierta medida, podemos hablar del choque de ignorancias. Como cristianos tenemos dos tareas muy importantes: crear puentes que nos unan y destruir los muros que nos dividen.

Para terminar, quisiera invitar a los jóvenes a tener un corazón abierto a los más necesitados. Se habla muy poco de África. Y ahora que estamos sumidos en la crisis del COVID19 podemos tener la tentación de centrarnos en nuestros problemas internos olvidando el resto del mundo. El deseo de nuestro fundador san Guido María Conforti era hacer del mundo una sola familia. Si queréis compartir con los javerianos este carisma, no creáis que la misión es cosa solamente de misioneros. Es la tarea de todos los cristianos preocuparnos del que sufre, del que no cree, del que es maltratado… Todos podemos trabajar por un mundo más justo. Y vosotros jóvenes, estáis llamados en medio del mundo a ser actores y no espectadores.   Jesús Calero sx

viernes, 15 de enero de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 117


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Sábado 16 Enero 2021

Un tesoro que corre peligro

En Camerún es recurrente encontrar actividades y manifestaciones que se organizan para valorar la diversidad cultural del país. Cabe recordar que el África en miniatura, como es común llamar a Camerún, se encuentra entre los 10 países con más importante diversidad lingüística y étnica a escala mundial. Consta de unas 242 lenguas nacionales habladas entre cerca de 250 etnias. Para un país cuya superficie es tan solo 475.442 km2 esta diversidad impresionante puede aparecer como un peligro para la convivencia harmoniosa y pacífica entre sus poblaciones. Y no por nada uno se lo piensa. Buena muestra de ello es la llamada “crisis anglófona” que sacude particularmente las dos regiones angloparlantes del país desde hace cuatro años. Esta crisis político-cultural vino a sumarse a otros problemas de convivencia que le precedieron tales como el tribalismo y el repliegue en la identidad propia.

Sin embargo, Camerún es un país bonito con habitantes bondadosos que en su mayoría celebran los valores de comunidad y de familia. Como lo he dicho al inicio, mucha gente y organismos intentan a su manera difundir los valores de convivencia pacífica y de fraternidad para fortalecer la cohesión social. Les voy a comentar un caso que es único. El 18 de diciembre de 2020 me tocó presenciar como docente la celebración de la fiesta de familia o “fiesta de las aulas” en El Instituto Bilingüe Xavier EBOMO. Es un concepto que nació en esta institución escolar hace 5 años y consiste en que los alumnos de cada clase decoren su aula, preparen canciones, algo de comer y otras cosas de su inspiración. La idea es fomentar el trabajo en equipo porque esto requiere una buena colaboración entre ellos que vienen de horizontes étnicos diversos. De acuerdo con el director de la escuela, en un país que se está haciendo pedazos por el odio y la intolerancia es importante conciliar las diferencias desde la escuela, inculcar a los adolescentes un espíritu en favor de la convivencia, obrar para que los alumnos sean abiertos, tolerantes y que sepan lo precioso que es vivir en una sociedad multiétnica.

Nuestra rica diversidad es un tesoro que corre peligro en estos tiempos de intolerancia y extremismos. Urge concientizar a la gente sobre lo precioso que es vivir en un país al que la afortunada casualidad del destino quiso regalar tantas culturas, tantas comidas, tantos ritmos musicales, tantos paisajes y tantos colores. No quiero que este dicho popular se cumpla con nuestra diversidad: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”.

Gils da Douanla    

Siguen algunas fotos de la fiesta de la familia… 

 

 


domingo, 3 de enero de 2021

ECOS DE LA SABANA nº 116


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Domingo 3 Enero 2021
Ana Gutiérrez, premio bien merecido.


Ana Gutiérrez Martínez es una misionera que conocí hace unos años en Yaundé y que descubrí mejor el año pasado cuando vino Ángel Expósito a Camerún para hacer unas entrevistas a los misioneros y fuimos a Bikop a unos 70 km de Yaundé en medio de la selva a visitarla, visitar su comunidad y ver la inmensa tarea que estas misioneras de la comunidad de las Esclavas del Sagrado Corazón llevan adelante en Bikop con un ambulatorio-hospital que ellas tienen en plena selva ecuatorial a unos 20 km de la pequeña ciudad de Mbalmayo a donde se va a través de un camino de tierra que se hace casi impracticable en la estación de lluvias. Ana es religiosa y también es médico y fue encargada de ese hospital que de repente aparecía como un espejismo en medio de la selva. En Camerún ha trabajado mas de 12 años y desde hace unos meses está en Kinshasa, capital de la RD Congo, acompañando a jóvenes que quieren ser misioneras y echando una mano o mejor las dos en un hospital cercano a su comunidad.

Quiero compartir con vosotros una entrevista que le han hecho hace poco al recibir el premio de la comunidad de Cantabria a la cooperación 2020.

-Médico, monja y misionera. Muchas vocaciones que parecen compatibles ¿lo son?

Creo que sí son compatibles, todas son vocaciones de servicio, hice medicina para servir a los demás y en los últimos años decidí que esa vocación de servicio también la iba a desarrollar como religiosa. En nuestra congregación, Esclavas del Sagrado Corazón, somos 6 médicos, y cuando te mueves en el Tercer Mundo te vas encontrando con más, aunque no es tan habitual. Tener la carrera y la vocación no es frecuente pero es compatible.

-La medicina ha cambiado mucho en Occidente ¿también en África?

Han cambiado mucho los métodos diagnósticos. Hace 10 años no había aparatología y en la actualidad hay ecógrafos, se pueden hacer radiografías y hasta hay hasta algún escáner, algo que hace una década era impensable y ha cambiado muchísimo. Sin embargo, allí todo se paga, el paciente tiene que pagar por todas las pruebas de salud, y estamos en un medio sociológicamente pobre donde no hay posibilidad para que la gente se pague las pruebas, pero sí se puede decir que se hacen más diagnósticos que antes, ahora se ve más cáncer, por ejemplo, y puede ser que haya subido la incidencia, pero también vemos más porque hay más métodos diagnósticos. Aunque hay que tener en cuenta que la realidad ante un diagnóstico de cáncer es dura porque no se pueden permitir un tratamiento de radioterapia, si es que la hay, y la quimioterapia que se aplica es la que podía existir aquí hace 30 años

Vivimos en un mundo global pero en el que las diferencias cada vez se muestran más. África es un continente olvidado con un abismo tecnológico y de tratamientos, esa “brecha” es cada vez mayor. Si hubiese interés de los países más pudientes y la colaboración de los países africanos, podría solucionarse pero es complejo. Habría que sanear la corrupción por ambas partes y crear unas medidas para controlar las ayudas, porque ayudas hay pero en Camerún, por ejemplo, de cada tres trillones que llegan al país del  Fondo Monetario Internacional para erradicar el SIDA, solo llega uno a los enfermos. La corrupción es un freno terrible para poder avanzar.

-¿Cree que la medicina se ha deshumanizado?

Creo que sí, ahora que vivimos la pandemia ha sido un momento clave para ver que estamos muy deshumanizados, en el siglo XXI tenemos medios para no permitir que los mayores mueran solos y no los hemos sabido gestionar. Creo que es momento de releer lo que hemos hecho y aprender: debemos apostar por una atención personalizada, por la atención a las familias, y permitir tener un familiar cerca en el momento de la muerte.

-El Covid-19 no ha afectado tanto en los países africanos como en Europa ¿por qué puede ser?

Creo que es porque la población es muy joven, el 60 por ciento tiene menos de 30 años, y es una población muy fuerte, acostumbrada a luchar contra virus y parásitos, que puede generar cierta inmunidad. Además, ellos han respetado muchísimo las medidas de seguridad y en todos los viajes internacionales han pedido PCR o test para entrar y salir del país.

– El mundo actual está muy vinculado al consumo y lo material, sin embargo parece que el voluntariado aumenta ¿Cuál es su opinión?

Es verdad que yo siempre he tenido muchos voluntarios que se ofrecen en la Misión, aunque sea para periodos cortos, aunque también hemos tenido de dos años. Creo que todo ser humano tiene la sensibilidad de combatir la pobreza ajena, y los momentos de crisis nos hacen descubrir lo esencial y te planteas hacer algo por los demás. Es un hecho que hay más voluntarios. Para mí es una enorme satisfacción y una gran ayuda. Y el temas de las campañas es fundamental, el que vaya un grupo de especialistas que vengan a operar, o un grupo de dentistas, para mí es buenísimo. Son especialidades que allí no son fácilmente accesibles.

-El Colegio de Médicos le ha concedido su Premio Anual de Cooperación ¿Qué supone para usted?

Estoy muy agradecida al Colegio y supone el reconocimiento no solo a mí, sino a mucha gente que trabaja en países emergentes y intentamos un trabajo en equipo para mejorar las condiciones de mucha gente.

-¿Cuál es el estado de salud de la cooperación de los países desarrollados con los que están en vías de desarrollo?

Queda muchísimo por hacer. Hemos avanzado en muchas cosas pero hay mucha gente que no tiene acceso ni al agua potable, en la capital del Congo el 40 por ciento de las personas no tiene acceso a agua potable, y muchos son niños. Ellos son felices con mucho menos que nosotros, no tienen nada y son felices pero cuando llegan dificultades, como la enfermedad, son muy sensibles y dicen que si vivieran en España o en otro país rico no se morirían. La solución es que los países con medios invirtamos allí, es muy fácil decir que no queremos inmigrantes, pero para evitar que estas corrientes migratorias hay que invertir en los países pobres.

¿Sus proyectos a medio y largo plazo?

La experiencia te da una visión de la vida más realista. Yo creo que en este momento nuestra aportación es humilde pero efectiva, y,  para mí, pasa por formar el personal local y crear infraestructuras locales, este objetivo es muy interesante. Y tenemos que menguar nosotros para que ellos crezcan, dar poder a la gente de allí, ir creando centros de salud, formar a los jóvenes. Esa es nuestra misión.

 


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